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Reportaje:

"La espina dorsal de la literatura"

Antonio Muñoz Molina agradece el trabajo de los editores y los libreros vocacionales - La Feria del Libro premia sus 25 años de trayectoria

Antonio Muñoz Molina (Úbeda, Jaén, 1956) dice que se siente escritor desde que alguien se dirigió a él como tal. De eso debe hacer más de 25 años, cuando sus artículos periodísticos se reunieron en un par de libros o cuando, poco después, publicó Beatus Ille, su primera novela. Desde entonces, Muñoz Molina ha escrito una treintena de obras, entre ellas El invierno en Lisboa (Premio Nacional de Narrativa y de la Crítica) El jinete polaco (Premio Planeta y Nacional de Narrativa) y La noche de los tiempos, su última novela, un recorrido por los traumas de la República, la guerra y el exilio a lo largo de casi mil páginas. "Un cuarto de siglo publicando libros" -reconoció el escritor sorprendido - que le han hecho merecedor del Premio Pluma de Plata de la Feria del Libro de Bilbao por su trayectoria literaria. "Las librerías son la espina dorsal de la literatura", dijo ayer tras recibir el galardón en un mensaje de agradecimiento que fue un deseo de larga vida a los libros, "el objeto que hace posible la literatura". "Los libros tienen que durar y estar presentes en la vida, en las bibliotecas y en las librerías", añadió. "Necesito la ayuda de editores eficientes que sepan aceptar los libros y decirte cosas útiles, libreros vocacionales y lectores que quieran seguir leyendo".

"El mérito máximo de una obra literaria es la naturalidad"
"La invención salta con la búsqueda de conexiones entre presente y pasado"

Muñoz Molina espera que los años de oficio le hayan hecho perder prejuicios y ganar naturalidad, con el objetivo de que el lector, a pesar de los muchos artificios que debe manejar el escritor, se olvide que está leyendo un libro. "Muchas veces los escritores jóvenes están enamorados de la literatura por la literatura. Con el tiempo aprendes a tener humildad; la técnica literaria debe servir para contar las cosas como son, cómo vive y cómo siente la gente", explica. "El mérito máximo de una obra literaria es la naturalidad. Me gustaría haber evolucionado hacia una conciencia mayor de la riqueza del mundo y del valor de la literatura como testigo de la experiencia humana, sin ideas previas".

Muñoz Molina se sigue sorprendiendo de que sus libros tengan lectores a los que les interesa lo que cuentan más allá que otros reconocimientos. "Los premios son algo exterior, que en momentos concretos tienen una importancia estratégica. Este premio [la Pluma de Plata] tiene un valor sentimental y testimonial: me gusta que sea de los libreros y que sea aquí, en el País Vasco, donde siempre he notado una cordialidad muy especial".

El escritor cuenta que cada libro, cada artículo, presenta desafíos muy variados, a los que siempre se debe entregar al 100%. La novela corta, por ejemplo, le supone el reto de enfrentarse al mismo tiempo a la rapidez del cuento y a la amplitud de la novela. Otras veces, sin que esté previsto de antemano, reconoce el escritor, la novela se extiende como ocurrió con La noche de los tiempos, a pesar de la autocontención que defiende Muñoz Molina. "Mi proyecto era mucho más modesto: contar una cuantas vidas en una situación terrible. Empecé la novela queriendo hacer un cuento" recuerda. "Pero los libros también te imponen su forma. La novela quiere imitar a la vida y muchas veces resulta expansiva y caótica".

Medio año después de haber publicado La noche de los tiempos su autor cree que con la obra ha cerrado su atención a la guerra civil y sus consecuencias. "Le he dedicado mucho tiempo, antes de que fuera un tema de moda", asegura. A pesar de que no se siente dueño absoluto de lo que escribe, Muñoz Molina cree que ha llegado el momento de escribir más sobre sus contemporáneos. Confiesa que no sabe qué va a pasar pero confía en su forma de encontrar la inspiración. "En mi imaginación salta la chispa de la invención con la búsqueda de las conexiones entre el presente y el pasado" .

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