Una revolución fallida
Pese a la llegada de Messina y 11 fichajes, los madridistas se quedan sin nada
Ettore Messina abandonaba el pasado viernes el parqué de Vistalegre especialmente efusivo y gesticulante. Camino de la sala de prensa, se felicitaba con sus colaboradores tras la victoria en el cuarto partido contra el Caja Laboral sin reparar en que acababa de asistir al último de su equipo en la Plaza Mágica. Pero la derrota de ayer en Vitoria puso el precipitado punto final a una decepcionante temporada. La tercera seguida en la que las vitrinas del Madrid permanecerán cerradas. La primera de la última década en la que el laureado Messina se quedará sin añadir algún trofeo.
El técnico italiano fue la piedra filosofal sobre la que el Madrid de Florentino Pérez cimentó su mayor apuesta por la sección de baloncesto en los últimos años. Su excelso palmarés, con 26 títulos en cuatro lustros, incluidas cuatro Euroligas, y su reconocido prestigio parecían una garantía de éxito. A ello se sumó una auténtica revolución en la plantilla: solo Llull, Reyes, Bullock y Van den Spiegel permanecieron respecto al curso anterior. Llegaron 11 fichajes: Lavrinovic, Prigioni, Kaukenas, Garbajosa, Vidal, Velickovic, Hansen y Dasic en el verano y Jaric, Tomic y Almond con la competición ya en marcha. Al margen de contrataciones temporales como las de Samb y De Miguel. Para nada.
"Comenzamos un proyecto en el que quisimos ser muy ambiciosos, pero hemos constatado que partíamos con una desventaja mayor de la que pensábamos. Enfrente teníamos estructuras y equipos que llevaban mucho tiempo montándose, invirtiendo dinero y consolidándose. Nosotros tuvimos que desmontar los contratos que había. El presupuesto fue muy superior al precedente, pero el incremento efectivo ha sido de un 3%" cuenta Antonio Maceiras, el director deportivo de la sección, también debutante en el cargo. La explicación sobre el reparto de los 26 millones de presupuesto atiende a la liquidación de los contratos millonarios de Tomas, Massey y Papadopoulos, la indemnizaron a Raúl López para no renovar el suyo y el pago compartido de la ficha de Hervelle, cedido al Bilbao. Todos ellos abandonaron el club junto a Hamilton, Winston y Mumbrú.
Completada la revolución, tocaba darle forma y es ahí donde el proyecto se ha vuelto indescifrable. El arranque fue ilusionante a pesar de la ajustada derrota ante el Barcelona (82-86) en la Supercopa española. Once victorias consecutivas en la ACB parecían consolidar la apuesta por jugadores contrastados, versátiles y curtidos en mil batallas que, además, encontraban el prometedor respaldo de la eclosión de Llull y el incipiente talento de Velickovic. Pero llegaron las lesiones, las derrotas, las dudas.
La profundidad de banquillo de Messina se convirtió en un galimatías por los constantes cambios de papeles. Los jugadores pasaban del protagonismo al anonimato y viceversa. Y, en los momentos clave, los partidos decisivos se convertían en retos inabordables. Así cayeron ante el Maccabi perdiendo el factor cancha para los cuartos de la Euroliga. Así sucumbieron ante el Barça en la final de la Copa del Rey (61-80). Así perdieron el playoff europeo de nuevo ante el conjunto azulgrana (3-1) quedándose sin el ansiado billete para la final a cuatro de París y completando un desolador parcial de 7-1 en contra en los enfrentamientos directos con el cuadro catalán. Así perdieron ayer.
"Hemos intentado buscar el equilibrio y lo hemos encontrado a 25 días del final de la temporada. Si lo hubiéramos hecho antes, se habría ganado [al Caja Laboral] el partido de la temporada regular para conseguir tener a favor el factor cancha. Es algo que tenemos que aprender", dijo ayer Messina en su rueda de prensa. Una explicación tan contradictoria como la temporada del Madrid. Con muchas sombras y algunas luces, como las de Llull o Tomic. Queda un verano largo. La Caja Mágica espera como nuevo escenario.
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