Las emociones del campeón
Cuando entro en el vestuario, me encuentro a Rafa superalegre, como diciendo "ya llevo cinco Roland Garros, y los que me quedan". Siempre me fijo en lo mismo: cuando gana, se tira sobre la pista, se reboza en la tierra, es espectacular. Luego, en el vestuario, es más recogido, más tímido. Fue precioso ver sus emociones: parecía un chaval de 18 años que acababa de ganar su primer título del Grand Slam.
Empecemos por el principio. Lógicamente, antes de un partido tan importante se pasan nervios. Lo que ocurre, es que para él jugar una final de Roland Garros no es una cosa nueva. Sabía que iba a ganar, que era superior. Ha sido uno de los mejores partidos que le he visto, por seguridad desde el fondo y su principal característica: no da una bola por perdida y llega a todo, hasta que el otro ya no sabe ni qué hacer.
No hay nadie en el mundo que pueda no ya ganarle un partido sobre tierra, sino siquiera hacerle un set
No hay nadie en el mundo que pueda no ya ganarle un partido sobre tierra, sino hacerle un set. Está jugando magistral. Ha cogido una solidez increíble desde el fondo de la pista y en lo poco que sube a la red, a pesar de que su saque es un poco débil cuando no está con confianza. Deja a los rivales hablando con ellos mismos en la pista. A Soderling lo ha barrido. Había quien temía cómo le podía afectar si llovía o no, o si la pista estaba lenta o rápida, pero yo sabía que él nunca podía perder contra Soderling.
Si Rafa está compitiendo, procuro no hablar con él de tenis y dejarle tranquilo, hablamos de fútbol. Es todo un hombre que ha sabido superar los problemas de sus rodillas, que sabía que cuando le llega una lesión como la suya y se tienen 23 o 24 años, se puede volver y ser un gran campeón, un campeonísimo, pese a lo que digan personas destructivas. Él ha vuelto con una fuerza increíble: ganar 22 partidos seguidos este año sobre tierra, 24 si se cuentan los de la final de la Copa Davis 2009, es maravilloso, toda una hazaña. Felicidades.
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