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AL CIERRE
Columna
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Cercanías

Por cada persona que baja suben 10, así que pongo al niño sobre mis rodillas para dejar el asiento a un viejo achacoso. Delante de nosotros viajan dos chicas que también vuelven de la playa. Se miran con ojos tiernos y brillantes, se tocan la cara y se ríen las gracias la una a la otra. A cada caricia, a cada explosión de risa, el viejo carraspea y se revuelve en su asiento, incómodo; pero nadie lo advierte o a nadie le importa. Todo el mundo va a lo suyo, esta tarde de domingo, en un tren de cercanías; y yo voy a lo de todo el mundo. En un momento dado las muchachas se besan y el viejo no aguanta más:

- ¡Un poco de respeto, hombre, que hay niños delante!

Dada la tensión con que se cruzan las miradas, no puedo evitar intervenir:

- No, si a él no le molesta... ¿A que no te molesta, hijo?

- ¿El qué?- pregunta el niño, que sigue dándole a su maquinita con la mirada gacha.

- Pues... que estas chicas se quieran y se besen.

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Algo de lo que he dicho ha llamado su atención y alza la vista con sorpresa.

- ¡Claro que al niño no le molesta!- se ha ofendido una de ellas-. Es a él a quien le molesta, pero como no se atreve a decirlo pone al niño por delante.

El niño está señalando a la otra con el dedo:

- Tú eres un chico.... -le sonríe con ojitos cómplices.

Sube más gente con sombrillas, pelotas, cubos y palas, con cochecitos, guitarras y bicicletas. El círculo, asfixiante, se estrecha a nuestro alrededor.

- Pues a nosotras también nos molestan sus flemas y nos aguantamos, ¿a que sí?- me pregunta la que sigue muy ofendida-. ¿A que nos molesta?

- Déjalo ya, ¿no ves que chochea?- la tranquiliza la otra, mientras le muestra al niño una campanilla punk tatuada bajo el biquini.

- Qué desvergüenza... -se indigna el viejo.

- Uhalaaa...- se asombra el niño-. ¿A que parece un chico, mamá? ¿Qué es chochea?

-Ay- me quejo para disimular-. Levántate que me estás clavando los huesos... Nos bajamos en la próxima.

Al pasar, la chica del tatuaje se acerca al niño:

- Alguien chochea cuando se hace mayor y se indigna por nada- le dice.

- Y cuanta menos razón tiene- añade la otra-, más se indigna.

Arrancan las guitarras y un bebé llora a pleno pulmón. Por todas partes suenan los móviles y se entablan conversaciones en diversos idiomas. Una vez en el andén, respiro profundamente.

- ¿A que parecía un chico?- insiste el niño, diciendo adiós al tren que se aleja-. Pues era una chica.

- Ya, bueno, y qué.

- Nada-. Se da cuenta de que estoy de mal humor, alterada aun por el exceso de cercanía, pero puede más su curiosidad por la lección de hoy.

- ¿Ella también chocheará cuando se haga mayor?

- Claro.

- ¿Y yo?

- También-. Me estoy pasando. Le sacudo la arena del pelo-. Pero yo antes que tú.

- Jo, vaya rollo.

- Pues sí.

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