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Columna
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Juan Sin Miedo

Carlos Boyero

Veo un reportaje en el telediario que me deja preocupado. Lo que cuentan posee el tono de un relato de misterio, de conjura de una secta integrada por individuos embozados para decidir el destino del mundo, un material sabroso para que Sherlock Holmes desvelara el enigma y sacara conclusiones. La reunión es en Sitges. Cuentan que la forman 120 personas dotadas del máximo poder.Por deferencia hacia los anfitriones, han incluido a once españoles. Primer mosqueo. Entre los que cortan el bacalao en el universo, es altamente improbable que haya un porcentaje tan alto de sangre española. Asegura el tortuoso reportaje que el anonimato de los conjurados es sagrado, al igual que las temáticas a las que van a prestar sus distinguidos cerebros. Segundo mosqueo.La generosa máxima del despotismo ilustrado de "todo por el pueblo, pero sin el pueblo" no es conveniente en una epoca que condena impunemente a quedarse sin trabajo a los pringaos de siempre para equilibrar las ganancias de los eternos chacales. Si esa clandestina reunión de gente imprescindible, como en la inquietante película de Kubrick Eyes wide shut, es con el lúdico afan de montar orgías rituales podría admitirse su privacidad, pero si van a tratar del incierto alimento de la plebe, deberían tenerla medianamente informada. Con las cosas de comer no se juega, afirmaba un proletario ingenuo.

Más cositas alarmantes en el telediario. El careto de orgasmo de Rajoy al asegurar que España está en libertad vigilada. Tambien resulta conmovedor su insomnio ante la salvajada que los villanos van a perpretar sobre funcionarios y pensionistas. Ni flores, por supuesto, sobre el hedor gurteliano de su casita. A ellos esa corrupción les huele a Chanel, no va a ser impedimento para que pillen la ansiada tarta con legitimidad democrática. Hasta los moradores del limbo saben que esos trajes solo son un complemento grotesco a la pasta gansa que se puede trincar desde el trono de la cosa pública. Capone debía partirse de risa al constatar que le entrullaban por haberse olvidado de pagar unos impuestos. Pero reconozco que el discurso de Camps podría inspirar a los humoristas del absurdo o a un Cantinflas valenciano. ¿No es fantástico lo de "Usted se acoge al Código Penal, pero yo tengo la senyera", o "No me preocupa nada, como Juan Sin Miedo, porque nada temo".

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