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La Casa Blanca aclara un posible caso de soborno político a un aspirante al Senado

Antonio Caño

La Casa Blanca emitió ayer un comunicado a la infrecuente hora de las seis y cuarto de la mañana para clarificar un segundo caso de posible soborno con el que se intenta frenar al rival de un candidato apoyado por Barack Obama. Aunque tanto el Gobierno como el presunto sobornado, Andrew Romanoff, han asegurado que no se ha producido ninguna violación de la ley, el asunto resulta embarazoso para el presidente estadounidense y otra arma en manos de la oposición, que insiste en la necesidad de una investigación.

El comunicado de la Casa Blanca reconoce que el subjefe de Gabinete del presidente, Jim Messina, se puso en contacto en septiembre del año pasado con Romanoff para discutir su decisión de participar en las primarias demócratas del Senado por Colorado en contra del candidato apoyado por el partido, Michael Bennet.

El Gabinete niega la oferta de un empleo a un candidato para no presentarse

La nota añade que Messina le explicó a su interlocutor que Obama respaldaba a Bennet y que era partidario también de evitar una pelea partidista en Colorado. Reconoce, igualmente, que el subjefe de Gabinete habló e intercambió correos electrónicos con Andrew Romanoff sobre su interés en un puesto en la Agencia de Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID), sin ofrecerle garantías de que lo podría obtener.

Romanoff ha confirmado que Messina le mencionó en un correo electrónico la posibilidad de dos puestos diferentes en la USAID y otro como director de la Agencia de Desarrollo y Comercio, pero que le respondió con un mensaje en su contestador telefónico en el que le decía que no pensaba cambiar de idea respecto a su decisión de competir en las elecciones.

Una y otra parte aseguran que nunca se llegó a prometer un trabajo a cambio de la retirada.

Esta explicación no ha convencido a los republicanos, que han solicitado una investigación del Congreso y el nombramiento de un fiscal especial para desarrollar una investigación independiente. La oposición cree que, si puede demostrarse un soborno, el asunto puede obligar a la dimisión de los principales asesores del presidente.

El caso ha ganado gravedad por tratarse de la segunda vez en pocos días en que se descubre un asunto similar. El pasado viernes la Casa Blanca tuvo que reconocer que el ex presidente Bill Clinton actuó como emisario del jefe de Gabinete de Obama, Rahm Emanuel, para sugerir a un candidato de Pensilvania, Joe Sestak, retirarse de la carrera a cambio de un puesto en un equipo de asesoramiento del Gobierno.

Probablemente los casos de Romanoff o Sestak no sean muy extraños en la política. Pero, incluso si no hubiera tras ellos alguna actuación irregular, dañan la imagen de un presidente que prometió poner fin a los métodos tradicionales de hacer política.

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