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Columna
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'Thriller'

Creo que ya va siendo hora de que los cineastas de este país empiecen a vérselas con los tribunales. El asunto Garzón tiene todos los ingredientes para un gran thriller político. El héroe: silencioso, elegante, enfrentado en solitario a la corrupción que le rodea en abrumadora desproporción de fuerzas. El villano: un hombre del aparato, gris, con insomnio permanente, que conoce a fondo las tripas del sistema y no tiene el menor reparo en hacer el trabajo sucio, lo que le confiere un perfil shakespeariano no exento de cierta grandeza. Tampoco faltará Lady Macbeth, cuya sola presencia amañando nombramientos a diestra y siniestra hará que un escalofrío nos recorra la espalda.

La trama: una red de antiguas rencillas, envidia y venganza tejida en el centro del mal. Entendiendo como tal el corazón mismo del Poder Judicial.

Del lado del héroe está el patio de butacas en pleno con el alma en vilo: gente corriente, soñadores de infantería, perdedores en todas las batallas de la vida que todavía conservan un código del honor; unos cuantos amigos fieles; quizá también alguna mujer enamorada.

Del otro lado, los murciélagos moviéndose con sus togas negras en una cripta subterránea de legajos polvorientos, donde ni siquiera se ha permitido la entrada a la tecnología para informatizar los expedientes. Sugiero aquí una escenografía inquietante con aire de cómic y toques de Tarantino que sin embargo va a resultarnos de una veracidad aterradora.

Imagínense en un plano contrapicado al juez Varela, frotándose las manos como el avaro de Molière, trabajando contra reloj entre las sombras, para resolver cinco expedientes en una sola noche, con el único objetivo de acorralar a su víctima en la última casilla del tablero y hacerle bajar, una a una, las escaleras de la Audiencia Nacional. Si quieren alguien más malvado, vamos a tener que recurrir a Orson Welles en Sed de Mal.

El final feliz me temo que habrá que sacrificarlo. Exigencias del guión. Los buenos sólo ganan en las películas malas. Y ésta va a ser un exitazo de taquilla.

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Pero no se aflijan. Se forjarán vocaciones nuevas y los alumnos de Derecho estudiarán el caso durante generaciones como una de las mayores aberraciones jurídicas.

El héroe vencido será despedido como Gary Cooper. Le pasará el testigo a un amigo fiel que jurará hacerle justicia. Habrá una mujer hermosa esperándolo en la escalerilla del avión y sonará un solo de trompeta que nos pondrá un nudo en la garganta. Y todos los espectadores, incluidos los que en la vida real interpretan el papel de malos de la película, saldrán del cine emocionados e íntimamente convencidos de que cosas como esa sólo pueden pasar en el cine.

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