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Columna
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Hienas bolcheviques

La derecha, ansiosa de poder, ha certificado el fin de los gobiernos socialistas. Algunos, como el catalán Duran Lleida, ya ven el cadáver del presidente Zapatero sobre la mesa. Otros, vapulean al herido sin misericordia.

Desde el centro derecha (si es que existe) a la derecha extrema, política y mediática, se reclama la entrega del poder ya. Nunca entendieron por qué lo perdieron. No entienden ahora por qué los socialistas siguen gobernando.

Por eso, el nivel de griterío ha subido hasta hacerse insoportable. Algunos proponen sacar del armario "cascos y correajes" (Emilio Campmany). El popular Carlos Iturgaiz habla de las "hienas bolcheviques". En Sevilla, Antonio Burgos resucita la Guerra Civil y la quema de conventos.

El objetivo está claro: sembrar el miedo entre el electorado. Sirva de muestra el artículo de Burgos del pasado 18 de marzo en Abc. Ante una eventual dimisión del alcalde socialista de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, el primer teniente de alcalde, Antonio Rodrigo Torrijos (IU), ocuparía temporalmente la alcaldía, mientras el pleno elige nuevo alcalde. Es la ley. Pero la ley importa poco o nada cuando no está de nuestra parte, debió pensar el articulista.

Si eso se produce, "una amenaza terrible se cierne sobre Sevilla", adivina Burgos. Una amenaza "espantosa", "horripilante", "apocalíptica". Y sigue: "Muertos iba a haber en la desenfrenada y loca carrera de la gente huyendo de Sevilla".

¿Por qué se iba a apoderar de Sevilla tal ola de pánico? Muy sencillo: porque un comunista ocuparía la alcaldía, apoyado en "la birria de 25.772 votos".

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El artículo de Burgos revela un desprecio absoluto hacia el concepto básico de la democracia: un hombre, un voto. Todos los votos son iguales. Rojos, azules o blancos.

Conforme se acercan las elecciones municipales, las huestes de la derecha, con su generalato de plumíferos al frente, se muestran más nerviosas. Temen que el día D las encuestas hechas a medida no se cumplan. Temen que un simple voto, una "birria de voto", otorgue un concejal más a la izquierda y se queden, otros cuatro años más, lejos del poder. Ese poder que, por gracia divina, les corresponde por los siglos de los siglos.

Porque les gusta tanto el poder, que no tienen reparo alguno en traicionar sus principios (¿los tienen o son solo ambiciones?). En ese mismo periódico donde escribe el columnista citado, se leía este titular el 1 de junio de 2007: "Zoido tiende la mano a IU". El pepero Zoido, que obtuvo 4.242 votos más que los socialistas en 2007, pero no la mayoría para gobernar, pretendía hacer una pinza con los rojos de IU con tal de evitar que el PSOE siguiera gobernando la ciudad. "Ni una sola de las 460 medidas del programa del PP supone un desencuentro total con IU", decía el ex juez ahora en la oposición.

Justo tres años después, Zoido opina que votar el próximo año al PSOE es votar a Torrijos. Un Torrijos que habría recuperado su ropaje de "hiena bolchevique", en palabras de Iturgaiz. Su hambre de poder es tal que ya ha anunciado que si no gana la alcaldía, dejará la política y volverá a la magistratura. ¡Qué lección de democracia! Por cierto: ¿será un juez imparcial y justo si algún rojo cae en su banquillo?

Barack Obama decía hace unos días en la Universidad de Michigan que "diseminar acusaciones de comunista... puede servir para conseguir titulares, pero también tiene el efecto de comparar a nuestros rivales políticos con regímenes totalitarios y hasta sangrientos".

¿Es eso lo que persiguen Zoido y sus plumillas? ¿Asustar, meter miedo a los ciudadanos? ¿En tres años los comunistas han pasado de ser mansos corderos con los que es posible un gobierno de coalición a ser totalitarios y sangrientos?

Realmente hay que preguntarse por el verdadero color político de las hienas.

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