Lujo africano
Unas 16.000 personas abarrotan el Paraninfo de la Complutense para escuchar a las grandes voces de la música del continente negro
La historia de Sidy Samb es una de esas que merece ser contada. Senegalés de 36 años, apareció en Sevilla en la Expo del 92 como programador cultural del pabellón de África y se enamoró de la capital andaluza. "Yo venía de vivir Francia y me colgué sobre todo del calorcito", precisa el cantante. Meses después recorría los tablaos de media Andalucía en busca de las raíces del flamenco. "Me convertí en el típico negro pesao que se pasaba todo el día preguntando 'quillo, ¿éste qué palo es?", bromea. En Sevilla pasó 15 años y montó los ya desaparecidos Mártires del compás. Ahora ha vuelto a Dakar. Lo sorprendente es que cuenta su aventura con un divertido y cerrado acento andaluz. "El otro día entré en una cafetería y dije: 'quillo, ponme un café y una tostá'. El bar se quedó mudo.
"No se debe olvidar que en África seguimos muriendo de hambre"
Todo lo contrario que ocurrió ayer cuando se subió al escenario del concierto gratuito África Vive, celebrado en el Paraninfo de la Universidad Complutense y organizado por Casa África. Las cerca de 16.000 personas de todas las nacionalidades, bailaron y cantaron las canciones de Sidy Samb. En Senegal, -sobre todo en Dakar- es una estrella del pop y aquí, a juzgar por las caras de sus compatriotas entre el público, también. Sidy actúo en el ecuador del concierto donde antes habían comparecido cantantes como el rapero marroquí Don Bigg, que tras una actuación elegante y rabiosa (es capaz de mezclar samplers del My Way de Sinatra con rimas críticas con la prostitución) se hacía fotos con sus seguidores. "Marruecos es un país difícil para el hip hop", reconocía después del concierto en su camerino. "Es como estar en el Harlem de los años setenta. Hay mucha efervescencia pero está todo por hacer".
Mientras tanto, subieron al escenario Konono número 1, que con el permiso de Salif Keita, fueron las estrellas de la noche. La música de este sexteto de la República Democrática del Congo es hipnótica, macarra (en el buen sentido de la palabra) y rompecaderas. Revitalizados, con razón, por las revistas musicales más vanguardistas (el año pasado actuaron en el Sonar), basan sus canciones en el ritmo y los tres likembes, un pequeño arpa de madera enchufada a amplificadores, que utilizan y distorsionan en lugar de guitarras.
Hasta que llegó Salif Keita y su pop con raíces curtido en el afropop de los años setenta. El albino de Malí presentó con solvencia y mucho baile su nuevo disco La Différence. La noche se cerró con la explosiva mezcla de house y percusión de Dj Pichi y el veterano del reggae Alpha Blondy. "Lo bueno de todo esto es la integración de músicos de diferentes países y que la gente escuche cosas nuevas", contaba entre bastidores el senegalés-andaluz Sidy Samb. "Lo peor, que en África seguimos muriendo de hambre. Y eso no se debe olvidar por mucho que bailemos".
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