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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

La soledad de la 'maglia' rosa

Arroyo cede a Basso el liderato del Giro por 51s pese a una inteligente y brava defensa

Carlos Arribas

David Arroyo corrió la etapa de su vida en soledad, únicamente acompañado de su maglia rosa. La soledad inteligente y cabezota de la ascensión del Mortirolo, la soledad hermosa y valiente del descenso del terrible monte, la soledad resignada y final camino de Aprica, camino del calvario. Allí, en la meta, le esperaba desde hacía unos minutos ya Ivan Basso, feliz y ansioso por desnudar a Arroyo, de Talavera, del jersey rosa que simbolizaba un liderato alcanzado de carambola el día que peor corrió, perdido dolorosamente -ahora que ya lo había habitado con su sonrisa, ahora que se sentía digno de vestirlo-, cinco etapas más tarde, el día en que más merecía conservarlo. Una fábula irónica con un final sin fantasía, puramente aritmético, lógico.

"He notado falta de colaboración", se queja el toledano; "como si no fuera con ellos"

Como en 2006, el año en que avasallaba, asustaba por su ferocidad canibalesca, Basso y su sonrisa serena, casi un rictus, su marca de fábrica, sale líder del Mortirolo y de Aprica, la penúltima estación de su viaje de regreso a la cima tras las penurias y la Operación Puerto. Segundo, a 51s, Arroyo peleará ahora, hoy en el Gavia, mañana en la contrarreloj de Verona, por un puesto en el podio, todo un triunfo que amenazan Vincenzo Nibali (a 1m 39s del toledano) y Michele Scarponi (el ganador de ayer, a 1m 58s). A los demás, Sastre, Evans, Vinokúrov, los que crudamente recordaron a Arroyo que el deber de un líder es pelear solo contra todos, ya no les queda nada por lo que luchar. Tampoco parecía quedarles ayer.

"No ha habido entendimiento ni fuerzas para recortar diferencias", dijo Carlos Sastre, uno de los del grupo que ayudó a la soledad del líder en persecución del trío Basso-Nibali-Scarponi. "He echado de menos un poco de colaboración para darles caza. Parecía que la cosa no iba con ellos y no les importaba perder un puesto en el cajón", dijo Arroyo, quien, cuando cruzó la meta, hundido, respondió a las miradas y los aplausos de la apasionada afición con un gesto de súplica, un lo siento, pero no he podido hacer más.

Difícil hacer más. En la subida del Mortirolo, cuando el Liquigas, impaciente, acelerado por el polaco Szmyd, terrible, puso la caldera a tutta ya en el primero de los 12 kilómetros de subida, Arroyo se dejó caer, voluntario, a cola. No entró en el desafío, ajustó su ritmo, se dejó ayudar lo justo por los dos colombianos de Pamplona -Urán, de su equipo, y Ardila, del Rabobank, comparten piso en la capital navarra, la cuna de la escuadra de Arroyo, el Caisse d'Épargne- y continuó solo como si sus piernas de gregario, acostumbradas a marcar siempre el ritmo de los demás, se hubieran impuesto a su nuevo corazón de campeón y le obligaran a marcar también el ritmo para sí mismo.

Ese fue su triunfo. Esa ascensión -coronó, importunado por los coches, a 2m 6s de Basso y sus amigos, a 1m 10s de Vinokúrov, a 34s de Sastre, a 22s de Evans- fue la base de su trepidante descenso por una carretera estrecha, firme irregular, curvas contraperaltadas, empapada por la lluvia, su obra maestra. Mientras Basso, el príncipe de la prudencia, frenaba delante a Nibali; mientras Evans, muerto, se salía de las curvas por puro cansancio, mientras Vinokúrov las medía y Sastre pensaba en su familia, Arroyo se lanzó seguro y, como el pastor que recoge ovejas desperdigadas, adelantó a todos y luego los esperó para juntarse, para no enfrentarse solo a la travesía final hasta Aprica. Dudó. Pudo haberse ido solo con Vinokúrov, el más ambicioso, el más fuerte de todos, aparentemente, en Baracchi trepidante. A 20 kilómetros de la meta los dos estaban solo a 38s del trío de cabeza. A 15, en la última subida, comprobó que cinco juntos van peor que dos. Se sintió solo. Peleó solo. Perdió solo contra el trío perfectamente conjuntado: Nibali dejándose el alma por su jefe, Basso; Scarponi, pedaleando por una victoria prometida; Basso, dando la vida por una maglia rosa que le esperaba desde hace cuatro años, la que tan bellamente, inútilmente, quiso defender Arroyo.

19ª etapa: Brescia-Aprica, 195 kilómetros: 1. Scarponi, 5h 27m 4s. 2. Basso, m. t. 3. Nibali, m. t. 7. Arroyo, a 3m 6s. General. 1. Basso, 81h 55m 56s. 2. Arroyo, a 51s. 3. Nibali, a 2m 30s. 4. Scarponi, a 2m 49s. 5. Evans, a 4m. 6. Sastre, a 5m 32s.

David Arroyo aprieta los dientes en su solitaria ascensión al Mortirolo.
David Arroyo aprieta los dientes en su solitaria ascensión al Mortirolo.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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