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Columna
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¿Por qué?

Los seres humanos necesitamos entender en general por qué ocurren las cosas, tanto cuando lo que ocurre es resultado de la acción de la naturaleza como cuando es resultado de la acción de otros seres humanos. En el primer caso, lo intentamos mediante conocimientos de tipo científico que nos permiten analizar, por ejemplo, por qué ha entrado en erupción un volcán; en el segundo, analizando la motivación que puede haber conducido a unos seres humanos a adoptar una determinada decisión. Dicho de otra manera, no nos resignamos a no saber por qué ocurren las cosas.

Justamente por eso, desde que el pasado fin de semana tuvimos conocimiento del fracaso del proceso de fusión de Cajasur y Unicaja y la intervención de la primera por el Banco de España no hemos dejado de preguntarnos ¿Por qué? ¿Cómo es posible que ese haya podido ser el resultado final?

Como seres vivos, todo ser humano sabe que el instinto de conservación está en última instancia detrás de nuestra conducta, que nuestro primer objetivo es garantizar nuestra propia supervivencia y sabemos que esto ocurre también en las asociaciones que constituimos e incluso en la sociedad políticamente organizada en la que convivimos.

¿Por qué ha fallado aparentemente el instinto de conservación en esta fusión entre las dos cajas? Para Unicaja la operación tenía riesgos, ya que se trataba de fusionarse con una entidad que se encontraba en una pésima situación, pero con la normativa aprobada recientemente y las ayudas del FROB, el control de dichos riesgos entraba dentro de lo razonable y, en consecuencia, disponía de un margen de libertad para tomar la decisión. Pero Cajasur no disponía de ningún margen de maniobra, ya que no tenía posibilidad de sobrevivir por sí misma. Su única garantía de supervivencia era la fusión.

Se entiende, en consecuencia, que Unicaja apurara hasta el máximo la negociación, a fin de hacer la fusión con las mayores garantías para su futuro. Pero no se entiende, en absoluto, que Cajasur prefiriera el suicidio a la supervivencia, aunque dicha supervivencia se produjera en condiciones ciertamente dolorosas. Mucho más dolor va a comportar la intervención, sobre todo para los trabajadores, cuyo representante sindical en el consejo de administración incomprensiblemente votó a favor de la intervención.

¿Puede haber alguna razón oculta que explique lo aparentemente inexplicable? ¿Puede sacarse algún as de la manga la Iglesia católica que le permita recuperar, de una forma u otra, el control de la entidad que ha sido intervenida? ¿O controlar el proceso que tiene que poner en marcha el Banco de España para sanear y poner de nuevo en el mercado a la caja intervenida?

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No parece que pueda ser así, pero estando la Iglesia católica detrás de la operación siempre queda la duda de que pueda haber algo que no esté claro. Ya vimos en 2002 que se acudió a los Acuerdos entre la Santa Sede y el Gobierno español de enero de 1979 para excepcionar la vigencia de la Ley de Cajas de Ahorros aprobada por el Parlamento de Andalucía y situar a Cajasur bajo la vigilancia del Ministerio de Economía y Hacienda, sustrayéndole la competencia a la Junta andaluza. Jurídicamente, se trató de una decisión que no tenía ni pies ni cabeza, ya que ningún acuerdo internacional, ni siquiera la integración en la Unión Europea, puede alterar la distribución constitucional de competencias entre el Estado y las comunidades autónomas de acuerdo con la jurisprudencia del Tribunal Constitucional. Y sin embargo, se produjo y, hasta que en 2004 no perdió el PP las elecciones, no pudo recuperar Andalucía la competencia. Habrá que seguir muy de cerca lo que ocurra en los próximos meses.

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