_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La hidra

Rosa Montero

Una huelga de hambre es una medida desesperada, el grito final de quien no tiene nada más que apostar que su propia vida. Es un tema impactante y angustioso. Y estos días ha tocado hablar de la huelga de hambre del director de cine iraní Jafar Panahi, encarcelado de manera injusta y sañudamente maltratado en la prisión. El Festival de Cannes sirvió de caja de resonancia de su trágico caso, y esa hidra de mil millones de cabezas que es la opinión pública tuvo a bien otorgarle a Panahi una breve ojeada. Es, por así decirlo, la huelga de hambre de moda en este momento, y tendrá sus cinco minutos estelares. Como los tuvo, por pura suerte y coincidencias telúricas, la saharaui Aminetu. Después de Aminetu, un montón de saharauis han estado y algunos creo que todavía están en huelga de hambre, pero a esos ya los ignoramos olímpicamente. El cubano Zapata también gozó de su momento de gloria, aunque para ello tuviera que cumplir el fastidioso exceso de morirse; pero Fariñas, que debe de estar a punto de fallecer, ya se nos ha borrado del pensamiento.

Es tan aleatorio y tan insustancial el interés de la hidra que ha habido colosales huelgas de hambre de las que apenas se ha sabido nada. Por ejemplo: del año 2000 a 2004, más de cien presos políticos turcos murieron a consecuencia de sucesivas huelgas de hambre en reivindicación de condiciones carcelarias dignas. Pues bien, pese a esa terrible mortandad, ¿se acuerdan ustedes de eso? Todo ese sufrimiento, ¿despertó acaso la compasión del monstruo? Y no se trata sólo de las huelgas de presos. Tomemos el caso de Paulette, esa pobre niña rica mexicana, cuya desaparición y posterior descubrimiento bajo la cama, ya cadáver, llenó miles de primeras páginas en todo el mundo. Y, sin embargo, las niñas y mujeres asesinadas en Juárez (388 sólo en 2009) apenas reciben cobertura mediática. Muy caprichosa, la hidra.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_