Un triángulo enoturístico
Las administraciones impulsan el eje vinícola formado por Moixent, La Font de la Figuera y Fontanars para atraer turismo
Las poblaciones de Moixent, La Font de la Figuera y Fontanars dels Alforins pertenecen administrativamente a comarcas diferentes, las dos primeras a La Costera y la tercera a La Vall d'Albaida. Pero entre ellas forman una comarca natural, lo que se dio en llamar la Toscana valenciana, cohesionadas por el paisaje y el cultivo de la viña: unas 3.000 hectáreas -El Priorat, en Cataluña, tiene 1.700- con una decena de bodegas y dos cooperativas que, en los últimos años, han suministrado algunos de los caldos con denominación de origen Valencia de mayor proyección.
Se trata de un eje, por otro lado, bendecido por un considerable patrimonio paisajístico y arqueológico con el asentamiento ibérico La Bastida de les Alcusses como emblema. Ganchos suficientes para hacer pie en una actividad en auge como el enoturismo.
Los bodegueros reclaman el control del proceso
Varias de las bodegas ya abren sus puertas a las visitas. Pero falta sistematizar y mejorar la oferta. La Consejería de Agricultura, dentro del programa de desarrollo rural, ya ha puesto sobre la mesa un primer programa dotado con 1,9 millones de euros a invertir entre este año y 2012. Parte del dinero servirá para habilitar y mejorar infraestructuras turísticas, caso de los accesos a La Bastida, el Museo Histórico-Etnológico de La Font de la Figuera o los tradicionales hornos de cal dispersos por todo el término municipal de Fontanars.
Potenciar la gastronomía, el paisaje y las condiciones medioambientales de la zona, desarrollo de sendas rurales, la habilitación de un albergue en Moixent y la adecuación de las bodegas y cooperativas también forman parte de los objetivos. Paralelamente, el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, anunció en abril un proyecto piloto en el triángulo, uno de los 14 aprobados por el Gobierno central, con motivaciones similares y 224.646 euros de subvención.
Pablo Calatayud, del Celler del Roure, en Moixent, apunta que "con la crisis industrial de la zona, el tema del vino y el turismo puede ser una alternativa económica importante", pero reclama que las ayudas se dediquen a "cosas materiales, tangibles" y que sean los bodegueros los que controlen el proceso. "Queremos hacer las cosas a nuestra manera, sin tanto intervencionismo", señala en alusión a otros proyectos, como el de la zona Utiel-Requena, "diseñados directamente por la consejería".
Los bodegueros manejan la creación de una asociación, el encargo de una consultoría externa con una empresa especializada en enoturismo para diseñar el proceso de adaptación a esta actividad, además del impulso de una denominación común. De momento, ligan su actividad con el patrimonio histórico: uno de los vinos emblemáticos del Celler del Roure, Les Alcusses, tiene grabados en su etiqueta los caracteres ibéricos de una banda de plomo encontrada en el asentamiento. Y las botellas de Clos de la Vall, vino de la cooperativa de Moixent, se adornan con la imagen del célebre e icónico guerrero ibérico.
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