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La falta de ayudas públicas fuerza a Cáritas a cerrar una guardería

El centro asiste a familias de escasos recursos en Pontevedra

La barriada de A Seca, en Pontevedra, conserva el encanto de un patio de vecinos, donde la gente se llama aún por el nombre de pila y los nacimientos en la casa de al lado se celebran como propios. Mantiene también esas fachadas ajadas de las llamadas casas baratas, en color vainilla, que apenas levantan tres plantas del suelo, con sábanas colgadas al fresco y macetas en las ventanas. Dicen que es un barrio marginal, entre las vías del tren y las huertas que cierran algunos callejones, por eso el posible cierre de la guardería Dálmatas, regentada por Cáritas, escuece aún más entre unos padres que difícilmente podrán afrontar el coste de un centro privado. Será el próximo 12 de junio cuando el consejo diocesano diga la última palabra tras cuatro años de peregrinaje por las instituciones locales y autonómicas en busca de ayuda.

El consejo diocesano dirá la última palabra el 12 de junio
Los responsables del centro piden que se haga cargo la Administración

El centro es otra víctima del recorte aplicado por el Gobierno de Alberto Núñez Feijóo a los servicios sociales. "Al final del bipartito, con Anxo Quintana al frente del Consorcio de Benestar, ya estaba casi resuelto pero con el cambio, hemos vuelto al principio", explican desde Cáritas.

La guardería acoge un total de 48 pequeños de hasta tres años de edad, la mayoría, proveniente de familias con pocos recursos. Son en su casi totalidad hijos de inmigrantes colombianos o marroquíes, gitanos o unidades monoparentales, que en algunos casos no pagan nada por la matrícula y otros abonan hasta 143 euros por cabeza, con comida y merienda incluidas, cuantías muy alejadas de los 300 euros de media que cobran en otros centros.

"Muchos pagan 16 ó 24 euros", comenta Esther Suárez, la directora. La escuela percibe una subvención anual de la Xunta de 60.000 euros, "insuficiente", dicen desde la interparroquial, porque no cubre los gastos de personal, en tanto genera un déficit de 35.000 euros al año, "sin incluir ahí lo que podría sacarse de un alquiler a precios normales".

Cáritas entiende que no es labor suya, sino de la Administración financiar este servicio, que mantiene sus puertas abiertas desde hace 18 años gracias a un personal "muy comprometido". "Nunca cerró en 18 años" y la lista de espera supera la docena de solicitudes.

Los padres están "muy enfadados" con el director diocesano, que les prometió aguantar hasta julio de 2011. "Ahora dice que no es así y hay madres que rechazaron plazas en otras guarderías y ya pagaron aquí la matrícula", explica Gloria Rodríguez, una afectada. Ellos consiguieron que la Diputación y el Ayuntamiento se comprometieran a subvencionar ese gasto de 35.000 euros "para ganar tiempo", pero en Cáritas entienden que es insuficiente.

"Si pretenden sacar tajada del edificio, los vecinos de A Seca no se lo pondrán fácil", avisa. Aquí no olvidan que el inmueble es fruto de una apreciada donación que se acondicionó con el trabajo gratuito de un grupo de obreros.

Pese a todo, la organización eclesiástica pide a la Administración "que tome cartas en el asunto porque si el consejo ve buena voluntad" reconsiderará su postura. Dicen desde las administraciones que la subrogación directa no es posible. "La Xunta alega que la legislación no lo permite y propone que el Ayuntamiento se haga cargo durante un mes al menos, pero aquí tampoco están por la labor", insisten desde Cáritas, pese a que las profesoras se ofrecieron a no cobrar esa mensualidad.

"Decían que aguantásemos un año, llevamos dos y no se ve intención, y tendríamos que ceder también la parte de arriba, pero no lo haremos gratis", anuncian con madurada firmeza. A cambio, piden otro local para un programa para mujeres. De otro modo, el acuerdo es "inviable" pese a que la capital adolece de plazas infantiles -cuenta con 264 públicas para los 2.742 niños menores de tres años-. El año próximo se abrirán dos nuevos centros.

El inmueble tiene dos plantas, en la baja está la guardería y en la superior dos pisos unidos que se destinaron a la acogida de mujeres maltratadas, pero que Cáritas acabó cerrando por entender que ese servicio está fuera de sus funciones. Empleadas están tres profesoras, una directora y una cocinera con más de 15 años de antigüedad. A expensas de lo que ocurra el día 12, el barrio de ASeca mantiene las espadas en alto por esta guardería multirracial y multicultural que dejará tras de sí algo más que lágrimas si, finalmente, se cumplen las amenazas y cierra sus puertas.

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