Euforia, rabia y lágrimas
Está la cosa tan chunga que tenemos que aprovechar cualquier acontecimiento para salir a la calle a celebrarlo con algarabía y euforia. Este jueves, hasta el dios Neptuno salió del mar con la bufanda del Atlético para aclamar con el pueblo a los colchoneros. Realmente, daba la impresión de que todo Madrid era rojiblanco e indio, aunque sólo fuera por dos días. Algunos incluso llegaron a constatar que también Cibeles estaba loca de contenta. El consenso que los políticos son incapaces de realizar lo consiguieron las masas aquella noche épica de Hamburgo. Gracias, Atlético, por darnos emoción y alegrías.
Al día siguiente todo volvió a ponerse turbio: el juez Garzón fue expulsado de la Audiencia Nacional por investigar el franquismo. Sus acusadores han sido los componentes de un sindicato ultraderechista. Y todavía le quedan al juez otras acusaciones por parte de Falange Española de las JONS. A mucha gente nos da la impresión de que estamos 40 años atrás y de que intentan convertir la democracia en un espejismo. El Poder Judicial ha quedado en entredicho; los ciudadanos están confusos y coléricos porque no entienden nada de nada, excepto que muchos jueces parecen los testaferros del franquismo.
El señor Dívar debiera salir en televisión para explicarnos muchas cosas: tenemos unas cuantas preguntas para usted. A ver qué cuentos se inventaba. Pero ni cuentos ni leches, porque ese señor jamás se expondrá a aparecer en la pequeña pantalla dando la cara y razonando sus extrañas razones.
El pueblo tiene derecho a pedir explicaciones al Poder Judicial. Y tiene derecho a exigir a los políticos que nos digan en qué consiste esa institución que nos tiene despistados y atónitos. Puede que Garzón haya cometido algunos errores, como cualquiera. Pero Garzón es uno de los jueces más prestigiosos del mundo. Esto es un escándalo internacional.
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