_
_
_
_
Crítica:PISTAS GASTRONÓMICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las once mesas de 'Frankie No'

Rao's, en Nueva York, traslada a Barbara Probst Solomon a su infancia. Eso sí, reservar una mesa es casi misión imposible

Andrea Aguilar

La escritora y periodista neoyorquina Barbara Probst Solomon se decanta por Rao's, el legendario local de comida italiana en el East Harlem, donde mafiosos de poca monta, políticos y estrellas se mezclan en sus 11 mesas desde hace décadas. Conseguir una reserva en este diminuto local es prácticamente imposible. Por algo llaman al propietario -el tercero en la línea de sucesión de este negocio familiar- Frankie No.

Sólo sirven cenas de lunes a viernes, hay un solo turno y las mesas tienen asignado un dueño (si fallece, pasa a un miembro de su familia). "La comida es sencilla, y el precio, razonable", dice Probst Solomon, "pero el lugar tiene algo mágico". A pesar de su aspecto modesto, las fotos de las paredes prueban el caché del lugar; por sus mesas han pasado desde Woody Allen hasta Frank Sinatra. "Todo el aparato neoyorquino", resume Solomon. En una ciudad en la que los restaurantes cambian casi a la misma velocidad que la cartelera de cine, Rao's conserva desde hace décadas intacta su reputación y misterio.

Rao's

Dirección: 445 Este de la calle 114, en la confluencia con Pleasant Avenue. Internet: www.raos.com Cocina: Napolitana, casera.

Probst Solomon acudió por primera vez de recién casada: "Era un restaurante de la Mafia, y mi marido, abogado de la oficina del fiscal del distrito, tenía reticencias: aquello era un poco delicado y él no debía ser visto allí... Pero al final fuimos; tiene algo del Gran Gatsby, un allure irresistible. Si lo tradujeras a un contexto barcelonés, sería como un escenario sacado de una novela de Juan Marsé", comenta.

El restaurante conduce a la escritora inevitablemente a su barrio predilecto: East Harlem. Nacida en 1928, Solomon vivió de pequeña unas calles más abajo y al oeste de la esquina que ocupa Rao's. La casa familiar pronto se trasladó, pero el atractivo de Harlem permaneció intacto para Barbara. Con su madre y sus tías siguió acudiendo al gran mercado, una especie de bazar que allí se celebraba los fines de semana. "Aún tengo la visión de los pollos desplumados, las telas y las especias y la bisutería", cuenta. "Harlem fue durante mucho tiempo una zona de clase media alta", explica, "mi abuela materna vivía allí y fue donde creció mi madre. También la familia de Arthur Miller".

Cotton Club

Probst Solomon habla de la bella arquitectura de la zona y el legado cultural de los años veinte y treinta que sedujo a García Lorca -el llamado Renacimiento de Harlem, que ella describe como una "erupción volcánica"-. En las calles de West Harlem se encuentra el Cotton Club, donde la escritora celebró la primera entrega de premios de la revista literaria Reading Room, que puso en marcha con el apoyo de sus amigos Norman Mailer y Saul Bellow.

Sin embargo, la llamada epidemia del crack mantuvo a muchos neoyorquinos alejados durante décadas de este barrio. "Eso ya ha pasado", dice Salomon, "al fin y al cabo, es parte de Manhattan, no hay puentes que cruzar".

Si una mesa en Rao's se convierte en misión imposible, la escritora recomienda disfrutar del pollo frito al estilo sureño en Sylvia's (328 Lenox Avenue), aunque advierte que "sólo se puede comer algo así una vez al año". De Cuba trajo sus propios pollos Fidel Castro en su primera visita a Harlem por temor a que le envenenaran. Barbara cubrió como periodista la segunda estancia del líder cubano en la Gran Manzana. "Esa vez vino sin pollos; quería aparentar que todo Harlem le aguardaba en la calle, pero los vecinos tenían sus propios asuntos que atender. Lo cierto es que quienes le dieron la bienvenida fueron los Rockefeller", dice divertida.

Años cuarenta

¿Cómo eran los restaurantes de la infancia de Solomon? A menudo iba al Ritz con un grupo de amigas y se unían a la mesa de su padre. "Era un hombre vital y sociable; le encantaban los restaurantes y llenar su mesa de amigos; en ese sentido, era muy español", cuenta. Para celebrar su graduación, a los 13 años organizaron una cena en el restaurante francés del momento, Café Chambord. "Había visto a Ingrid Bergman en Saratoga beber una copa de champán rosado con un melocotón en el centro", cuenta Solomon. "Le dije a mi padre que quería uno y él, muy serio, lo pidió al camarero".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_