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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Giulietta Simionato, 'mezzosoprano' de la edad de oro italiana

Reinó en el melodrama lírico con estrellas como su amiga Maria Callas

Con la muerte de la mezzosoprano italiana Giulietta Simionato, el 5 de mayo en Roma, que esta semana habría cumplido 100 años, desaparece la penúltima leyenda de esa ya mítica época dorada de la ópera en la que Maria Callas, Renata Tebaldi, Mario del Monaco, Giuseppe di Stefano, Franco Corelli y ella misma eran los reyes del gran melodrama lírico italiano. Pese a que su carrera abarcó tres décadas -de 1934 a 1966-, su reinado entre las mezzosopranos no comenzó hasta el final de la II Guerra Mundial. Durante 12 años, su talento no sirvió para obtener primeros papeles en La Scala de Milán: era necesaria la recomendación del partido fascista.

Menuda en estatura, apenas un metro y medio, pero grande en talento. Para ella, todo cantante debía tener inteligencia, voz y corazón. Los tenía. Su voz era grande, dúctil, con un bello timbre oscuro y una gran extensión para alcanzar notas altas no habituales en las mezzosopranos. Con técnica excepcional e innata capacidad interpretativa daba vida a los personajes que cantaba. Se retiró en plenas facultades después de notar, tras una representación, molestias en su garganta. Visitó al reputado foniatra vienés Heinz Kürsten, que no le mintió: estaba dejando de ser la mezzosoprano que era. Se despidió de los escenarios el 1 de febrero de 1966 cantando el pequeño papel de Servilia, de La clemenza di Tito, de Mozart, en la Picola Scala de Milán. Ya había interpretado 132 personajes en los mejores teatros del mundo, bajo la dirección de batutas míticas como las de Arturo Toscanini, Tullio Seafin o Herbert von Karajan.

Nació en Forli, en la Emilia Romana, el 12 de mayo de 1910, de madre sarda y padre veneciano. Su progenitor, funcionario de prisiones, pidió el traslado a Cerdeña en pos de un clima mejor para los problemas de salud de su esposa. Allí Giulietta empezó a mostrar sus dotes canoras, auspiciadas por una monja de su colegio, pero su inflexible madre, que llegó a amenazarla con matarla antes de dejar que estudiara canto, se negó siempre. Sólo cuando falleció, en 1925, convenció con esfuerzo a su padre de que la dejara estudiar canto.

En 1927 hizo su debut con la protagonista de la comedia musical de Arturo Rossato Nina non far la stupida, en el teatro Social de Rovigo. En uno de los ensayos la escuchó el tenor Francesco Albanese, quien le auguró un gran futuro. Tardó en llegar más de lo que ambos imaginaron. Ella siguió estudiando y cantando en pequeños teatros hasta que en 1933 ganó el concurso de canto en el teatro Comunale de Florencia, que le facilitó una audición en La Scala de Milán, y en 1936 consiguió un contrato para cantar allí. Fueron 12 años de pequeños papeles, una o dos frases por ópera: no tenía recomendación del partido de Mussolini. "Años de infierno. De hambre, humillación, desmoralización, desengaño, lágrimas", dijo. Hubo momentos de éxito, como en el Festival de Bolonia, donde el público reclamo que saliera a saludar ¡25 veces!

El fin de la II Guerra Mundial marcó el impulso a su suerte. En 1945, la soprano Marisa Morel la animó a unirse a su compañía de ópera para cantar a Dorabella de Così fan tutte, de Mozart, en Ginebra. El público suizo no la dejó ni terminar sus arias con sus aplausos. En 1947 entró ya por la puerta grande en La Scala, donde cantó frecuentemente con Maria Callas. Fueron grandes amigas.

Las puertas de los mejores teatros del mundo se abrieron para ella de par en par: el Covent Garden de Londres, el Metropolitan de Nueva York, Chicago, Viena, Salzburgo..: "Trabajaba como una negra, 80 funciones al año. Ni un momento de descanso. Todos me querían".

A España llegó en febrero de 1947, al Liceo de Barcelona, para cantar Così fan tutte, y regresó en las temporadas 1947-1948 y 1950-1951 para interpretar La forza del destino, Marta, Falstaff, Anna Bolena, Il trovatore y Carmen. También frecuentó, desde 1954 y hasta 1956, las temporadas de la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera (Abao) y regresó en noviembre de 2007, con 97 años, para recibir la medalla de oro de la Abao.

Siempre estuvo vinculada al mundo de la ópera como profesora de canto y jurado en concursos líricos, como el Francesc Viñas de Barcelona y el de Montserrat Caballé, del que fue jurado por última vez en 2005 -allí cumplió 95-. Vital y con gran sentido del humor, sólo su delicada salud la apartó estos dos años de la vida pública.

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