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Columna
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Progreso y Díez

Los que afirman que no existen ni la derecha ni la izquierda suelen ser de derechas, aunque muchas veces se proclaman de centro, un espacio movible, pues depende de los corrimientos de votos hacia los extremos. Si la tendencia general se desplaza a la izquierda, el centro político, para seguir ocupando su posición centrada, se desplazará en ese sentido por razones más geométricas que políticas. La ideología es un lastre para los que se autodenominan centristas, una estirpe que en la Transición (del verbo transigir) gobernó durante los primeros años de la democracia hasta naufragar estrepitosamente y desbandarse cuando el electorado les agradeció los servicios prestados y percibió su inanidad ideológica y sus intenciones de estar a las duras y a las maduras como árbitros permanentes del cotarro. Javier García Núñez, coordinador general de UPyD en Madrid y antiguo diputado regional del CDS, afirma que los conceptos de derecha e izquierda están superados. De casta le viene al galgo, un galgo que sube en las apuestas y en las encuestas, que le pronostican hasta un 6,2% de la intención de voto.

Sin lastre ideológico, la UPyD navega en un limbo donde aún no cabe un programa coherente

Pero la presunta eclosión de los seguidores de Rosa Díez en las próximas elecciones madrileñas no parece preocupar mucho a sus rivales: "Los líderes políticos desdeñan la irrupción de UPyD", titulaba este periódico el pasado 3 de mayo, una información acompañada por una oportuna e ilustrativa foto de Claudio Álvarez en la que los socialistas Tomás Gómez y Maru Menéndez, la portavoz del partido en la Asamblea, comparten risas a mandíbula batiente con el vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González. Cuando los representantes del Gobierno y de la oposición, o de la patronal y los sindicatos, exhiben sus dentaduras en una de estas instantáneas, muchos electores desconfían y piensan que se están riendo de ellos o tal vez que se trata de falsas sonrisas impostadas y circunstanciales en las que los colmillos, o caninos, se disimulan entre los blanqueados incisivos. Gómez, González y Menéndez parecen reírse de las proyecciones de los "progresistas y demócratas unidos", cuyo coordinador general tuvo que colarse en la fiesta oficial del Dos de Mayo, a la que no había sido invitado. Pero esta vez hay motivos para reír, los populares lo hacen porque piensan que los de Rosa quitarán votos a los socialistas y los socialistas porque calibran que los de Díez restarán sufragios a los populares.

Las siglas UPyD se corresponden con Unión Progreso y Democracia, pero el personalismo irredimible de su líder hace que algunos mal pensados las traduzcan como Unión Progreso y Díez. El partido emergente surgió, siguen malpensando los de siempre, de una rabieta que agarró Rosa Díez cuando quedó en tercer lugar en las elecciones para la Secretaría General de los socialistas vascos, y se retroalimenta con los abusos de esos partidos nacionalistas que, según definía en estas páginas Fernando Savater, valedor de la opción demócrata progresista, abusan de la sinécdoque, figura literaria que toma la parte por el todo. Nacionalistas sinecdóticos serían aquellos que "decretan que sólo son vascos, catalanes o gallegos los que comparten la opción nacionalista vigente en cada una de esas comunidades autónomas". La feliz inexistencia de un nacionalismo madrileño parecería, pues, no dejar muchas opciones a los de UPyD por estos pagos, pero tal vez sea una falsa impresión, pues en Madrid abundan los nacionalistas españoles, más metonímicos que sinecdóticos, que toman el todo por la parte y decretan la indisoluble españolidad de todos, incluidos los que se niegan a ser españoles, que sus razones y sinrazones tendrán para hacerse el vasco, el catalán, el gallego o el sueco. Sin lastre ideológico alguno la UPyD navega en un limbo en el que todavía no cabe un programa político coherente. Fiel a sus antiguos postulados centristas, el nuevo coordinador de la formación se proclama progresista por la izquierda y liberal por la derecha. Sus movimientos recuerdan a los de la yenka, ritmo de origen escandinavo que triunfó en España a mediados de los años sesenta: izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante, atrás, un, dos, tres.

Más mediática que política, Rosa Díez dio el cante cuando galleguizó a Rodríguez Zapatero (parece gallego) y reconoció la galleguidad de Rajoy (es gallego). Sus palabras dieron argumentos a sus rivales nacionalistas y a ella le proporcionaron titulares. La purga del sector crítico de la UPyD madrileña no creó tanta conmoción y la vacuidad de sus proyectos para Madrid se concreta en las líneas maestras que expresa su coordinador general: "Medio ambiente, actividad económica y transporte público". Elemental, querido García Núñez.

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