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Columna
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La memoria de aquí

La historia está en estas orillas del Mediterráneo siempre a flor de piel o de suelo. Se rascan un poco nuestros campos, y aparecen sepulturas musulmanas, restos de residencia campestre de los tiempos de Tiberio o fosas comunes que tuvieron su origen en mortales pestes o vilezas de guerras civiles. Hace pocos meses, y por donde se ha de trazar un nuevo vial, aparecieron en Castellón los restos de un viejo asentamiento romano; hace dos días, y donde está proyectada la construcción de un centro hospitalario, salieron a la luz en la zona de la Muntanyeta-Fossaret, en La Vall d'Uixó, cuanto quedó de la villa de un patricio acomodado, también contemporáneo de Calígula, que degustaba aceite de oliva. Son meras muestras de una realidad que aparece con frecuencia en cualquiera de nuestras localidades o comarcas. Una vez salen a la luz, se conservan las huellas arqueológicas, y luego se estudian e interpretan porque son recuerdo del pasado en el presente.

Cuanto hacemos con los viejos asentamientos o sepulturas, porque son pasado, suelen hacerlo las gentes civilizadas, que tienen la tolerancia y la democracia por bandera. Y lo hacen tanto si se trata de la historia lejana como de la próxima. Esta última mediante la llamada memoria histórica que, en muchas ocasiones, todavía colea. Una memoria que se ha de recuperar, como los restos arqueológicos, y que, de hecho, se recupera con frecuencia. Ahí está ese diálogo, que han traducido en libro, entre el nonagenario socialdemócrata Helmut Schmidt y el octogenario historiador norteamericano Fritz Stern. En Nuestro Siglo, los dos venerables ancianos de mente joven conversan en torno a su memoria histórica; hablan, discuten, analizan, argumentan e interpretan los sucesos relevantes y el comportamiento de algunas figuras centrales de la pasada centuria; comportamientos y personajes cercanos a ellos o a los que no fueron ajenos. Una lectura amena y relajada nos conduce en las páginas de ese libro por la política aislacionista de los Estados Unidos, por la extinción de los nativos americanos, por el antisemitismo de antes y de siempre, por el holocausto y la autocensura en ciertos países en cuanto se trata de enjuiciar la actual política del estado de Israel, por el estalinismo y sus secuelas, ante el cual la izquierda europea miró hacia otra parte, por la grandeza y las dificultades que comporta la unión de los estados europeos, otrora enemigos, por la inequívoca ayuda de la socialdemocracia europea a sus correligionarios hispanos durante la transición, por todo cuanto, agradable o desagradable, se vivió en el siglo XX. Y todo ello dicho y escrito sin saña ni ira, porque se trata de una historia a partir de la cual, algo se tendrá que tener en cuenta para no repetir errores o vilezas.

En fin, que cuando uno termina de leer el libro o vuelve del lugar donde apareció el asentamiento romano, no entiende por qué razón algunos escasos homínidos del pleistoceno se cebaron en el juez Garzón.

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