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Reportaje:Primer plano

Juicio urgente a la recesión

Los historiadores dicen que la salida de otras crisis pasó por reformas pactadas

Alejandro Bolaños

Lo que dice la estadística recién salida del horno es que el crecimiento, tras más de año y medio en paradero desconocido, ha vuelto a la economía española aunque sea de forma testimonial. Pero, ¿cómo de grave ha sido la crisis? ¿Y cómo se sale de ella? Son preguntas que animan a escudriñar en episodios similares, a rastrear las enseñanzas de la historia económica más reciente. Y, aún cuando el abanico de datos disponibles es reducido y la respuesta a bote pronto es un género muy alejado del estudio reposado, tres catedráticos tratan de aportar luz.

Después de los años de autarquía que siguieron al franquismo, ¿es ésta la peor etapa de la economía española? Albert Carreras, de la Pompeu Fabra de Barcelona, tras comentar la cuestión con su colega Xavier Tafunell, coautor de Historia económica de la España contemporánea, concluye que sí. "Desde que tenemos contabilidad trimestral (1958) es la peor de todas. Lo es por duración de la recesión, por su profundidad (en ambos casos en términos de PIB), por la intensidad del endeudamiento público (que ha subido mucho más que en las peores de las crisis del siglo XX, retrotrayéndonos peligrosamente a magnitudes del siglo XIX) y por intensidad de la pérdida de puestos de trabajo (proporcionalmente menos que entre 1975-1985, pero con una intensidad temporal y un volumen de destrucción muy superiores)", explica en un correo electrónico.

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Pablo Martín Aceña, de la Universidad de Alcalá de Henares, y Jordi Palafox, de la Universidad de Valencia, no se atreven a tanto. "No sabría decir si es más o menos profunda que las anteriores, lo que sí creo es que se puede convertir en una crisis más prolongada, de bajo crecimiento, a la japonesa", señala Martín Aceña. "Es pronto, en mi opinión, para realizar afirmaciones taxativas. La situación es compleja", afirma Palafox.

A grandes trazos, de la crisis que prendió en la economía española entre 1959 y 1961 se salió con el boom del turismo y la emigración a países centroeuropeos; de la que se alargó entre 1973 y 1985, con una intensa reforma de la banca y los primeros pactos de moderación salarial; de la más reciente (1993-1995), con el fin de la reconversión industrial, las privatizaciones y la internacionalización de las empresas. ¿Dejará esta crisis un cambio de modelo económico (y o social) tan o más drástico? Carreras recuerda una restricción de partida: en episodios precedentes se podía echar mano de la devaluación de la peseta, "tan práctica para salir de las crisis con rapidez y sin conflictos internos. Ahora es como si estuviéramos en el patrón oro: debemos reducir los precios y salarios si queremos ganar competitividad".

Los catedráticos de Historia Económica coinciden en destacar que la salida de otras crisis se apoyó en grandes pactos. "En la conocida como primera crisis del petróleo, iniciada en 1973, las dificultades eran incluso superiores a las actuales, al ir unidas a la transición política del cambio de régimen y a una gran debilidad de los gobiernos de UCD. Sin embargo, como los Pactos de la Moncloa, en 1982, afrontaron con rigor los problemas fue posible que la economía experimentara un avance sustancial". En 1959 el pacto tácito para abrir la economía española y realinear el tipo de cambio se hizo entre parte de la élite franquista y los técnicos más cercanos a las tesis de organismos internacionales. En 1995, la voluntad común de cumplir con los requisitos para incorporar a España a la zona euro, hizo posible algunos acuerdos entre los dos grandes partidos como el Pacto de Toledo sobre las pensiones.

El consenso es que esas reformas deberían propiciar un cambio de modelo productivo. Y el escepticismo se apodera de los historiadores cuando se plantea si habrá resultados a corto plazo. "Desde la perspectiva del historiador de la economía es una ingenuidad pensar que el cambio de modelo es cuestión de un día o que, para alcanzarlo, querer equivale a poder. Para que la economía salga reforzada de la crisis, debe avanzar hacia tener mayor peso en actividades de mayor valor añadido", prosigue Palafox, "como ha escrito Paul Krugman, la productividad no lo es todo, pero lo es casi todo. Es un avance que habría que buscar, mayoritariamente, en el sector servicios".

"Haría falta un gran pacto nacional, y lo que echamos en falta es voluntad de grandes acuerdos. Como mínimo, es indispensable que el Gobierno tenga un diagnóstico realista, explique qué sacrificios hay que hacer, fije un rumbo claro, y administre la lucha contra la crisis. En cambio, las señales que va dando son confusas o, lo que es peor, inadecuadas, cuando no contradictorias. La dirigencia política nos falla", opina Carreras. El catedrático cree imprescindibles reformas en el mercado laboral, la recaudación fiscal (para evitar el fraude), la Administración (para mejorar su eficacia) o el sistema financiero (para desbloquear el crédito). Y pone de ejemplo a la salida de Corea del Sur de su crisis en 1997 para reclamar señales claras en contención salarial o en un drástico recorte de los trámites burocráticos.

"Lo que la historia nos enseña es que la resolucion de la crisis es siempre, siempre dolorosa", subraya Martín Aceña, "los ajustes tienen costes sociales, económicos y políticos que deben asumirse con valentía". El catedrático cree que lo conveniente es llevar la contraria a la máxima de san Ignacio: "En tiempos de bonanza no se acometen cambios; hay que hacerlos en tiempos de tribulación". -

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