"No me gusta que se idealice a mi padre; era humano"

Ya lo ven. Odile no tiene reparos en posar con una lubina real que pesa lo suyo y además chorrea. La hija menor de Félix Rodríguez de la Fuente es muy lanzada. Y resuelta. El reformado mercado de San Miguel, visita obligada en todas las guías de Madrid, está hasta la bandera. Mientras los turistas luchan por un huequito en la barra, nosotras tenemos mesa reservada. ¿Cómo lo hemos conseguido? Fácil: Odile ha avisado de nuestra visita a la relaciones públicas. Tenemos enchufe del bueno.

La elección del sitio no es fortuita. La lubina, por ejemplo, procede de una cofradía gallega, sin intermediarios. Es de gran calidad. Y cara, como casi todo en este mercado. "Eso es porque hay poca demanda, pero aumentará", dice al empezar la menestra, que está buenísima. "El consumo es la gran democracia del planeta".

La hija menor de Félix Rodríguez de la Fuente vela por su legado

De 36 años y estilo clásico, Odile sonríe mucho, es afectuosa (te pasa la mano por el hombro, se interesa por tus cosas) y suelta algún taco cuando los necesita para expresarse. Vive en Guadalajara, cerca del campo, con su marido y su hijo de un año. Va y viene a Madrid a diario. Siempre quiso ser como su padre. "No me gusta que se le idealice; era humano", dice. "Hace poco encontré una portada de la revista Garbo. Salgo en sus brazos, bajo el titular 'Mi hija pequeña sigue mis pasos'. Me alivió. Me preocupaba que mi vocación fuera consecuencia del shock por su muerte...". Odile estudió en internados ingleses y suizos y cursó Biología y Cine en Los Ángeles. "Al terminar, me dije ¿y ahora qué? ¿Dónde voy a establecerme, a tener hijos? En España". Volvió, aunque no sola: se trajo consigo en tres contenedores una casa de madera canadiense que reconstruyó en La Alcarria (Guadalajara): "Los sueños hay que cumplirlos".

En 2004, harta de ver usar el nombre de su padre para vender falsas colecciones, creó la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente. "Velamos por su legado y filosofía. Al contrario que ciertos grupos ecologistas, no pensamos que los seres humanos seamos enemigos de la naturaleza", dice Odile, que sólo suelta el hilo para comer salmonetes: "En el campo hay gente con un gran conocimiento del medio, pero les quedan dos telediarios. Queremos ayudarles a dignificar su trabajo, que mantiene la biodiversidad autóctona y también parte de la salvaje".

Odile tenía siete años cuando su padre falleció en un accidente aéreo en Alaska el día que debía cumplir los 52. De aquellos días recuerda el caos, la exposición pública y el abatimiento de su madre, Marcelle. "Se conocieron en una fiesta: ella le confundió con Miguel de la Quadra-Salcedo y se acercó a saludarle. Él debió pensar 'A esta francesita no la suelto". Hace cinco años, Odile hizo un documental con motivo del 25º aniversario de la muerte de su padre. En una escena, Marcelle rememora la llamada que le anunció la desgracia: "Se podía cortar el aire", dice Odile. "Hasta al cámara se le saltaron las lágrimas. Para mí fue un revulsivo. Lo necesitaba".