_
_
_
_
AL CIERRE
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Neopuritanismo

Leyendo la vida de Aristipo de Cirene, el no muy famoso maestro de la filosofía hedonista, pensé en un par de personajes de películas de John Ford. Estos personajes pertenecen al género del "borracho genial", ese hombre que a pesar de estar muy bebido conserva una lucidez que muy poca gente sobria llega a tener. En esta época de neopuritanismo que nos ha tocado vivir, escribir "borracho genial" es una auténtica incorrección, porque el actual canon social nos enseña, cada día, con una insistencia machacona, que beber alcohol es malo y que el borracho es una persona deplorable; una convención que no existía cuando John Ford rodaba películas ni, si me apura usted, hace 15 años, cuando el alcohol no era el diablo, sino un elixir que potenciaba la alegría, rebajaba los índices de realidad y nos situaba a flor de piel en el corazón del mundo, es decir, todo lo que la bebida alcohólica no es hoy, en esta época donde el hiperrealismo vital (la vida a palo seco) tiene un valor altísimo y, si se me permite, ridículo. Aristipo era un filósofo que vivía con barraganas, pindongas, pájaras y suripantas, y que arrojaba en mitad de la taberna discursos de gran calado filosófico, y es justamente aquí, en el momento en que la inteligencia de un hombre ha sido iluminada por el alcohol, cuando pensé en los personajes de John Ford: Dutton Peabody, un periodista permanentemente alcoholizado que interpreta Edmon O'Brian (The man who shot Liberty Valance, 1962) y el Doctor Boone, un médico borrachín interpretado por Thomas Mitchell (Stagecoach, 1939). Tanto Peabody como el doctor Boone pasan toda su película buscando una barra donde les sirvan un trago, o echando mano de un botellín, "el valor puede comprarse en la taberna", dice Peabody, mientras el doctor Boone roba muestras del maletín de un vendedor de whisky que va con él en la diligencia. Estos dos bebedores son personajes llenos de valores, son leales, inteligentes, serviciales, íntegros y sumamente apreciados por su entorno, a pesar de que andan siempre con media estocada. Si John Ford hubiera rodado estas películas hoy, habría tenido que poner al médico y al periodista, para que siguieran siendo personajes ejemplares, a beber agua con gas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_