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Columna
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La espantada de Beiras

Las recientes declaraciones de Xosé Manuel Beiras, descalificando con insólita dureza a la dirección del Bloque, han causado un enorme revuelo en la organización nacionalista. Desde los más diversos sectores que estructuran hoy la organización frentista se ha respondido sin contemplaciones a las afirmaciones de Beiras y, en ocasiones, con inusitada contundencia. Tal reacción pone de manifiesto dos importantes cuestiones. La primera, que cualquier proceso de renovación como el que tiene que abordar el BNG no es concebible si éste se basa en una ruptura traumática con la historia. Es tal el peso de la tradición que, incluso cuando aparece algo radicalmente nuevo en política, si de verdad aspira a una perspectiva de futuro, si quiere ser algo más que una epidérmica erupción pasajera, se siente obligado a recordar el pasado, el mejor pasado. Y esa referencia del pasado brillante para mucha gente todavía la representa Beiras, aunque en el presente juegue un papel secundario, tanto en la política gallega como en el Bloque. La segunda, que el BNG sigue instalado en un equilibrio inestable, y, en ese estado, cualquier corriente de aire puede provocarle una pulmonía.

Es imprescindible que las diferencias políticas en el BNG se expliciten en un debate sincero

La actual dirección nacionalista salida de la asamblea extraordinaria decidió, creo que con razón, aplazar el cónclave ordinario de la organización hasta después de las próximas elecciones municipales con el fin de evitar confrontaciones que pudieran dañar gravemente su imagen ante esos importantes comicios que tendrán lugar a un año vista. Pero los dirigentes nacionalistas han de ser conscientes que tras las elecciones municipales, y al calor de los resultados obtenidos, están emplazados a abordar algunas definiciones, siempre aplazadas, de las que depende el futuro del nacionalismo político.

Porque es evidente que la situación que atraviesa el Bloque sólo se entiende en base a la existencia de relevantes diferencias políticas. Resulta, pues, imprescindible que esas diferencias se hagan explícitas en su momento para que la opinión pública pueda conocerlas a través de un debate sincero y transparente, que no excluye, por supuesto, una síntesis final. Sólo así evitará el Bloque que se desvirtúe su proyecto, y sólo de esta forma logrará que el debate organizativo, también decisivo, sea el producto natural del proceso político. De lo contrario, inevitablemente, el BNG proyectará la imagen de que su debate se reduce a una mera lucha por el poder, a una confrontación entre intereses personales o corporativos en pugna por la influencia y el control de la organización.

En los últimos años, el nacionalismo ha recorrido una brillante trayectoria política que le ha llevado desde las catacumbas a constituirse en una fuerza de gobierno. Pero ahora el Bloque debe reconocer que un ciclo se ha cerrado, tanto en la vida pública gallega como en su organización, lo cual le plantea la necesaria reformulación de su proyecto en el nuevo contexto político, condición indispensable para que el nacionalismo gallego pueda recobrar su impulso y retomar un proyecto expansivo.

La definición de un modelo económico creíble y realizable, la formulación de un proyecto de autogobierno y su relación precisa -no retórica- con la Constitución y el Estatuto, el modelo de Estado, el proyecto europeo o la política de alianzas, son otras tantas cuestiones que el Bloque debe definir con claridad si aspira a volver a protagonizar una alternativa de gobierno.

En ese contexto es donde adquiere especial relevancia la revisión organizativa y la elección tanto del liderazgo de la organización como la del candidato a la Presidencia de la Xunta. Todo ello para ser capaces de movilizar de nuevo a un importante sector del electorado que sólo se expresa hoy a través del nacionalismo, y cuya abstención no sólo debilita al BNG, sino al conjunto de la alternativa al partido conservador que, según palabras de Aymerich, es preciso construir a todos los niveles.

Ahora bien, si se considera el importante peso de la inercia, del imaginario colectivo y su compleja organización, concluiremos que los problemas a los que han de enfrentarse los dirigentes del Bloque no tienen fácil solución. Pero de ellos depende decidir si quieren convertir de nuevo al Bloque en un partido de gobierno, o si se resigna a que sea simplemente una fuerza política influyente.

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