El defensa tranquilo
Los técnicos del Atlético destacan la evolución de Domínguez, indiscutible desde que debutó ante el Liverpool la temporada pasada
Con apenas dos años en lo más alto de la pirámide futbolística, Álvaro Domínguez cerró el jueves un círculo contra el Liverpool. El defensa central, de 20 años, cuajó una espléndida actuación ante el cuadro de Rafa Benítez cinco días después de que Quique Flores le mandara al banquillo en Vila-real por su fallo en el marcaje a Godín, que abrió la derrota rojiblanca al rematar de espuela un córner. Fue el 15º gol que el Atlético encajaba a balón parado en la Liga. Un tanto que, según el cuerpo técnico, debía haberse evitado porque la jugada, habitual del Villarreal, había sido repasada. "Es triste que volvamos a errores de hace cinco meses", se lamentó el entrenador, que nada más producirse el gol sustituyó a Domínguez. Valera entró en su lugar con sólo 26 minutos disputados.
El canterano empezó en el Madrid y dejarlo fue para él "como si se acabase el mundo"
"Nunca transmite nervios. Es como De Gea", le elogian ahora sus compañeros
La decisión sobresaltó al vestuario, pero no a Domínguez. El canterano apretó los dientes, aprendió la lección, su "primer error", y regresó más fuerte que nunca. Bien secundado por Perea y Ujfalusi, la última línea secó a N'Gog y los demás atacantes del Liverpool sin conceder ni un saque de esquina ni una falta al borde del área, dos facetas en las que los de Benítez se prodigan. "Tenemos una buena conexión y estamos muy satisfechos con su rendimiento, altísimo. Simplemente, pasó que todos tenemos unas obligaciones, unas reglas que cumplir", aplacó la tormenta Quique.
Titular en 40 de los 57 partidos que el Atlético acumula en la temporada, Domínguez se ganó de nuevo la confianza del técnico sin mostrar ninguna grieta frente a los reds, contra los que debutó el 22 de octubre de 2008. Javier Aguirre, que dirigía entonces al Atlético, le vio "capacitado", aunque apenas pudo contar más con él. Abel Resino tampoco le siguió poniendo al pie del cañón. El manchego prefería a Ujfalusi y Juanito por el medio y a Perea y Antonio López por las alas. Su suerte cambió con Quique, que apostó por el aire fresco y destronó a Pablo y Juanito.
Desde entonces, el cachorro al que Paco de Gracia invitó a dejar el Madrid con 12 años -"al principio, te parece que se acaba el mundo, pero te levantas", cuenta el propio jugador- se ha convertido en una pieza angular del Atlético. Los responsables de la cantera colchonera lo asumen con naturalidad, como algo que tenía que llegar. "Lo que más destacábamos de él cuando venía con su uniforme del colegio era su prudencia y seriedad. Era muy responsable para su edad. Por eso iba a llegar a Primera, seguro", explica José María Rico, que le dirigió en el cadete A. "Desde el primer partido, el objetivo era proclamarnos campeones de España. Cada cita era una final, una exigencia, y estuvo a la altura. Con él, un recién llegado, y los demás, demostramos que éramos los mejores ganando la Liga y después el campeonato de Casablanca", añade el preparador.
Marcos Jiménez fue el primero en tenerle. "Llegó al cadete B después de que le dieran la baja en el Madrid, en el que había jugado de lateral izquierdo. Le vi cualidades y le probé de central, una posición fuera del alcance de cualquiera, menos relajada, pues obliga a desarrollar más la perspectiva y a tener una mayor voz de mando", indica. "¿Que si la tiene? No se pone nervioso. Juega con sobriedad. Sabes que no lo va a hacer mal", ahonda Ujfalusi. El checo corre por la banda cada vez con más frecuencia porque conoce "de sobra" el puesto -en esa demarcación jugó en el Fiorentina- y sabe que tiene a Domínguez detrás. "Su prudencia siempre es bienvenida, y más en el Atlético", asienten con humor en la zona noble del Calderón.
"Álvaro se ha saltado escalones porque siempre quiere aprender. No tiene bastante. Conmigo lo hizo tan bien que, a mitad de curso, le subieron al Atlético B y de él al primer equipo", casi suspira Alejandro Sánchez, que le entrenó en el C y que destaca que su puesto ideal está en el eje de la defensa, mandando: "En la banda cumple bien, pero le falta velocidad y desborde. En cambio, es sobrio y tiene planta para guardar la posición. Y es muy bueno en el marcaje".
Además, es zurdo. "Somos pocos. Tampoco abundan los laterales que manejen la pierna izquierda ni los extremos... Cuando sale uno bueno, llama más la atención", piensa Domínguez. "Un futbolista de su perfil proporciona una ventaja añadida a la salida del balón y si encima va bien por arriba y aporta en las estrategias...", expone Rico. "No podemos decir nada malo de él. No habla nunca, sólo trabaja. Es tan afanoso que ha mejorado la salida del balón, algo en lo que quizá antes fallaba", observan los técnicos, que le consideran fundamental para aguantar mañana la presión de Anfield con la ventaja (1-0) de la ida. "Que estén tranquilos. Nunca transmite nervios. Es como De Gea", zanja el vestuario.
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