Pacheco
Decía ayer Javier Rodríguez Marcos que la presidenta de Madrid se pasó el discurso del Cervantes de este año, José Emilio Pacheco, atenta a su móvil. Pasa. Las palabras hondas sobrevuelan las almas que tienen otra prisa. Pero al poeta no le importa. La tele lo reprodujo tal cual es, sencillo como la combinación de un niño travieso y su abuelo despistado. Es lo que representa, lo que se ve es lo que está dentro, por eso se ríe, porque se sabe. Cuando dice que la anécdota del pantalón rebaja su vanidad hasta el límite cero del ego no dice la verdad completa, porque no puede, pondría la vanidad en el grado uno, o mínimo: es que él no tiene vanidad, no la conoce. Y en ese sentido acaso es, también, un caso excepcional, porque los escritores suelen mirar de reojo lo que se dice de ellos o de los otros, para comparar. ¡Que se me cayó el pantalón: habrá fotógrafos! A él le da igual, qué más le da que se le caiga el pantalón a José Emilio Pacheco, este niño que es a la vez su abuelo.
Cuando dice que quizá ese dinero lo gaste en medicinas no está tampoco diciendo algo que le sirva de cosmética a la humildad que lo compaña. Es que es así, dice lo que siente, lo que padece, como en sus poemas. Hay algunos versos suyos en los que pone de manifiesto esa entidad plural y reservada de su alma, pero dedicada a los otros; él sabe que sin Paz, sin Fuentes, sin Rulfo, sin los que vinieron antes, su poesía no sería nada, y acaso su vida sería también menos rica, un erial. Por eso no le importa ni que no le oigan las presidentas ni que se le caigan los pantalones. Hay un poema suyo que dedica a su colega Luis Antonio de Villena y que se refiere a un gran actor español, Enrique Rambal, muerto en México. Para los que crean que la realidad existe, y que a lo mejor es cierto que a él se le cayeron los pantalones mientras Esperanza Aguirre escribía mensajes en el móvil, esto tienen que decir en estos versos: "La realidad es ficción. Mentimos siempre / para sobrevivir, para evitar la guerra, / obtener la amnistía que nos absuelva del crimen / sin atenuantes ni remedio: estar vivos". Lo bueno de José Emilio Pacheco es que escribe para que entendamos la vida, e incluso lo que se ve.
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