La ceniza que manchó la Feria

Eduardo Muñoz pensó en tirar de filosofía, "concretamente del karma", cuando recibió un correo electrónico informándole de que se cancelaba su vuelo. Pero este sevillano de 28 años residente en Dublín (Irlanda) decidió que "todo pasa por algo". Asumió que por quinto año consecutivo se perdía la Feria. No sabía aún que iba a ser uno de los miles de afectados por la erupción del volcán islandés Eyjafjalla. Otro más que no pisó el recinto ferial porque una gran nube de ceniza colapsó el tráfico aéreo.

La explosión del cráter ha forzado la cancelación de más de 1.200 vuelos con destino u origen en Andalucía en la última semana, según Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA). De éstos, una media de 15 diarios, en Sevilla. Muchos de los socios de las 1.047 casetas que componen la Feria viven en la capital hispalense. Pero algunos, como Ricardo Lucena, de 14 años, casi no pasa por la suya, la de la antigua Tabacalera. Estaba de viaje en Londres con su colegio y sólo les dieron una alternativa: 12 horas en un barco y otras tantas en autobús. El trayecto marítimo duró tres días. Eso sí, en un crucero de lujo. "Nos pasamos un día entero en el gimnasio y la sauna", recuerda entre risas.

Como a estas alturas el tráfico aéreo casi se ha restablecido por completo, la Consejería de Turismo animó ayer a los viajeros cuyos vuelos han sido cancelados a que recuperen sus billetes. La estadounidense Joanna Cordy sí vendrá. Pero se perderá la que iba a ser su primera Feria. La nube volcánica retrasó una semana el viaje de esta astrofísica de 23 años, profesora de inglés en Accra (Ghana).

El que sí llegó fue el matrimonio Fixot. Jacques y Arlette cogieron uno de los últimos vuelos que salieron el lunes de la capital francesa. Para ellos sí fue su primera vez. En un esforzado castellano lo resumen: "Tuvimos suerte". Pero están sorprendidos del sistema. Sólo 14 casetas son públicas. El millar restante, privadas. "Llegamos y todo para ver que no podemos entrar".