En perfecto estado de revista (de moda)
Camuflaje, guerreras, monos, saharianas, mucho caqui... lo militar asalta las pasarelas - Claves para conquistar la propuesta de la temporada
Cuando una de las revistas de moda más prestigiosas del planeta se tira a la piscina en plancha más vale prestar atención. Aunque sólo sea para ver si emerge del chapuzón refrescada o deslomada. La edición francesa de Vogue ha apostado tan fuerte por la tendencia militar para esta temporada como para dedicarle íntegramente su número especial de moda, publicado en marzo. Desafiando la noción de que se trata de un recurso tan manido como carente de recorrido, el equipo de Carine Roitfeld exprime las posibilidades del caqui en hasta ocho reportajes distintos. O, al menos, lo intenta.
- ¿Qué?: Camuflaje, guerreras, saharianas, botas de cordones, gabardinas, monos y pantalones de combate. Sobredosis de caqui. Y, sobre todo, el hito al absurdo de la temporada: camisetas acribilladas. Trapos desgarrados que simulan haber pasado muchas noches al raso y, tal vez, sugieren fogosas refriegas. Semejante alarde de creatividad, si viene firmado por Balmain, cuesta más de 1.000 euros.
- ¿Dónde? Precisamente, esta firma francesa diseñada por Christophe Decarnin ha sido una de las principales azuzadoras de este ardor guerrero. Las chaquetas de húsar -con sus potentes hombros rematados por ondulante cota de malla y el pecho cubierto de insignias y galones- y las citadas camisetas reventadas están llamadas a sustituir a las hombreras de los ochenta, los tejanos despedazados y los minivestidos de tachuelas en el panteón de los más devotos balmaníacos. Adiós Michael Jackson, hola Rambo. En todo caso, Decarnin no está solo en esta batalla. Se le unen Jean Paul Gaultier, Christopher Bailey al frente de su Burberry Prorsum o Hannah MacGibbon en Chloé.
- ¿Por qué? En noviembre, Karl Lagerfeld presentó en Shanghai una colección de Chanel, Métiers d'Art, que llega en mayo a las tiendas. En ella, las referencias a la China imperial se mezclaban con uniformes pensados para una tropa curiosa, las elegantes clientas de la casa francesa. ¿Tomarán el té pertrechadas con una suerte de chaleco antibalas de ultra lujo? Siempre políticamente incorrecto, el diseñador alemán explicaba así la fascinación por lo castrense en rueda de prensa: "Un hombre muy anciano me dijo que ciudades como Berlín y Viena eran más hermosas cuando estaban llenas de hombres uniformados. Nadie quiere que las calles vuelvan a estar tomadas por ejércitos, pero es cierto que entonces había más distinción".
- ¿Cómo? Esta enésima apropiación de los códigos marciales incluye una variación sustancial. Viene de la mano de la pretensión de que la lencería vea la luz del sol. La combinación de ambos ardores crea estampas más propias de un peep show que de una armería. Encaje negro, corsés de satén rosa y mucha piel son sus improbables compañeros de fatigas.
- ¿Vale la pena? Una de las principales virtudes de esta tendencia es que, a pesar de los delirios de las firmas de lujo, resulta esencialmente barata y accesible. Sobre todo, si se acude a las fuentes originales, que nutren las tiendas de segunda mano menos pretenciosas. Con unas tijeras y un poco de maña, nadie apreciará la diferencia entre la pieza más buscada de la temporada y una camiseta militar de un par de euros. Eso sí, con la que está cayendo en el mundo tampoco vendría mal un poco de paz, al menos, en el armario.
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