Emery, en el alambre
El presidente del Valencia supedita la continuidad del técnico a que se cumplan los objetivos
Unai Emery (Hondarribia, Guipúzcoa; 1971) explotó en el vestuario de Son Moix y gritó a los jugadores del Valencia: "Nunca más nos vais a faltar al respeto al cuerpo técnico. Os hemos pasado por alto muchas cosas y no vamos a pasar ninguna más". Salva Folgado, reportero de Ràdio 9, escuchó la bronca, suavizada después por Emery en la rueda de prensa. Su ataque iba dirigido principalmente a Banega y Domínguez por sus desplantes al ser sustituidos y, en menor medida, a Fernandes por autoexpulsarse cuando quedaban cinco minutos para tratar de empatar con el Mallorca (3-2).
No es la primera vez que a Emery se le sublevan en el camerino. Su costumbre de saludar a los jugadores al relevarlos no le ha traído más que disgustos y ya el curso pasado Joaquín le dio uno. El mismo extremo, el verano pasado, le increpó desde dentro del campo en un partido de la Liga Europa ante el Stabaek, noruego, tras entrar en el terreno y ser recriminado en una acción. En aquella ocasión, los compañeros del gaditano acudieron a taparle para evitar que se oyeran sus insultos al preparador.
Se debate si ha sabido dosificar a la plantilla y ganarse su respeto
El plantel sabe que Emery acaba su contrato en junio y que el presidente, Manuel Llorente, no le ha ofrecido la renovación. "La decisión no está tomada, pero no estamos viendo a ningún otro técnico", advirtió ayer Llorente a este periódico. "Esperamos a que se acabe la Liga y se cumplan los objetivos", añadió.
¿Objetivos? Se trataría de conservar el tercer puesto, que da acceso a la próxima edición de la Liga de Campeones, pero tampoco es seguro. El presidente duda de si Emery ha sacado partido a un elenco repleto de internacionales en el que consiguió mantener el pasado verano a sus dos principales estrellas, Silva y Villa, pese a las ofertas del Madrid y el Barcelona, además de fichar al equipo auxiliar con el que el Valencia ganó sus dos últimas Ligas: el médico Jorge Candel, el preparador físico Pako Aiestaran y el fisioterapeuta Juan Ángel Ballesteros.
El Valencia fue eliminado de la Copa del Rey por el Deportivo y de la Liga Europa por el Atlético, dos plantillas, en teoría, menos cualificadas. En su primera temporada en Mestalla, la pasada, Emery quedó fuera de la Champions, si bien tenía una coartada: el equipo sufrió duramente la inestabilidad económica e institucional del club, que dejó de pagar a los jugadores en dos meses en los que el Valencia cayó en picado. Pero se marchó el anterior presidente, Vicente Soriano, envuelto en los embustes de un grupo inversor fantasma (Dalport), y Llorente aportó la estabilidad necesaria para enderezar el rumbo.
Mestalla sólo ha hablado de fútbol en la presente campaña. Y el debate es saber si Emery ha dosificado convenientemente al grupo; si ha sacado el brillo que debía a Zigic, el delantero serbio que sólo ha disputado dos partidos como titular en la Liga, el último el domingo en Palma; si el entrenador está más o menos acertado en los cambios o si se ha ganado o no el respeto del vestuario.
Los nervios y la tensión del banquillo se han trasladado al campo. Hasta la jornada 23ª, el Valencia no había sufrido ni una sola expulsión. Desde entonces, siete expulsados en la Liga y dos más en la Liga Europa, lo que ha indignado a Emery, que lo considera un factor desequilibrante. Eso se ha unido a las numerosas lesiones musculares, todas en la zona defensiva, y al menor rendimiento fuera de Mestalla. El mejor equipo a domicilio fuera de su estadio en la primera vuelta está siendo uno de los peores en la segunda: ha perdido cinco veces y empatado dos en sus últimas siete visitas.
Emery y su ayudante, Juan Carlos Carcedo, hacen como si fueran a seguir la próxima temporada: la semana pasada se fueron a Vila-real a ver a uno de sus jugadores preferidos, el bético Emana, en un partido de Segunda ante el Villarreal B. Ya recomendaron su fichaje el verano pasado. A Llorente, sin embargo, no le convencen. Y esperará a que se cumplan los objetivos.
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