Una sociedad de confundidos
El señor P. es uno de los protagonistas del libro del neurólogo americano Oliver Sacks El hombre que confundió a su mujer con un sombrero. Se trata de una recopilación de historias de pacientes con desórdenes cerebrales. El señor P. era una persona que tenía problemas para identificar las cosas. No las reconocía visualmente, por lo que construía su mundo mediante rasgos instintivos. Su mujer llegó a contar que una vez sorprendió a su marido entablando una conversación con el picaporte de una puerta.
El primer día que fue a la consulta, tras concluir la visita, el señor P. se dirigió a la salida y fue a ponerse su sombrero. Ante la mirada incrédula del neurólogo, en vez de agarrar el sombrero, intentó coger a su mujer para colocársela en la cabeza. La enfermedad del señor P. se llama pérdida cognitiva aguda. Su cerebro no era capaz de ver la totalidad de las cosas, sólo veía detalles, por eso nunca relacionaba la imagen con un todo. Ver únicamente una parte del todo es uno de los grandes males de la actual sociedad, aunque esta enfermedad nada tenga que ver con la afección neurológica que padecía el señor P.
La señora S., otra de las protagonistas del libro, era una anciana de 60 años que tenía afectado el hemisferio cerebral derecho. La mujer se quejaba a las enfermeras que la atendían de que no le ponían el postre o el café en la bandeja. Cuando éstas le decían: "Pero señora, lo tiene usted ahí, a la izquierda", parecía no entenderlo y no miraba hacia ese lado. La señora S. se quejaba también de que las raciones eran demasiado pequeñas, pero se debía a que ella sólo se comía la mitad derecha del plato. Al igual que sólo se pintaba la mitad derecha de los labios o se maquillaba únicamente la mitad derecha de la cara. Fijarse solamente en la parte izquierda o en la parte derecha es otro de los grandes males de la actual sociedad, aunque esta enfermedad nada tenga que ver con la afección neurológica que padecía la señora S.
El libro de Oliver Sacks tiene un capítulo llamado El discurso del presidente. Se trata de una persona que acudió a dar una charla a una clínica con personas afásicas, pacientes que sufren trastornos en el lóbulo temporal izquierdo, lo que les afecta a su capacidad para comprender el lenguaje. Mientras hablaba el conferenciante, los pacientes no paraban de reír. En el libro, el autor comenta que, al no entender el lenguaje, los afásicos se fijan esencialmente en los gestos. Ellos se reían porque el conferenciante mentía con sus palabras -que ellos no podían entender-, pero le delataban sus gestos de mentiroso -que ellos comprendían de inmediato-. Engañar a los ciudadanos con las palabras es otro de los grandes males de la actual sociedad, aunque esta enfermedad nada tenga que ver con la afección que padecen los afásicos.
El libro recoge también la historia de un hombre que había olvidado los últimos años de su vida y que cada día olvidaba los sucesos del día anterior; así como el relato de otro paciente que se inclinaba siempre para un lado, tras perder esa especie de nivel que a la manera de un albañil tiene el cerebro para mantener el equilibrio. Como pueden comprobar, además del libro de un neurólogo, parece un tratado sociológico. Me acorde de él, mientras leía el sumario del caso Gürtel y escuchaba las explicaciones de algunos de sus principales protagonistas.
La sociedad padece una enfermedad cognitiva aguda. El cerebro de muchos políticos es incapaz de ver la totalidad de las cosas, mientras demasiados ciudadanos sólo tienen ojos para visualizar la mitad del plato, el lado derecho o el izquierdo. El cerebro se nos está quedando sin nivel. Y a la hora de ir a votar, olvidamos cada día lo que sucedió el día anterior. Nos intentan confundir, pero todo es mucho más fácil. Para descubrir la mentira sólo hay que fijarse un poco. Y, a partir de entonces, comenzar a reír.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.