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AL CIERRE
Columna
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Mimetismo involuntario

Me ha salido una arruga en el entrecejo. Signo de buena integración a la cultura europea.

Dicho detalle fisiológico denota que se ha fruncido el ceño más de lo aconsejable. Semblante muy común en este continente, cuyo gesto se acompaña -según el país- de una fuerte bocanada de aire que expresa el gran enfado que se lleva dentro, da igual si es porque el tren tuvo 10 minutos de retraso o porque el supermercado no vende hamburguesas orgánicas.

Acostumbrada al Tercer Mundo, donde la fatalidad es tan asimilada que ya ni quejarse es bueno y donde uno se ríe hasta de sus propias penas, el enfado permanente asusta, tanto como ese recital de quejas que se oye por doquier, afición cotidiana que suele compensar el tedio dentro de una sociedad que ha alcanzado un notable bienestar social. Como ya nadie se muere de hambre y hasta los más necesitados cobran ayudas de precariedad, es momento para que las nuevas generaciones aspiren más alto: ser funcionarios. Dos de cada tres jóvenes desean ocupar un puesto vitalicio que les resuelva el resto de su vida: horarios controlables, vacaciones, jubilación, prestaciones e inmunidad contra despidos. ¡Lo que faltaba! Que la vejez prematura se incruste en el ya de por sí viejo continente.

¿Por qué el temor a la risa, a disfrutar de la vida?

Cuando en la juventud se ha renunciado a soñar, a experimentar, a moverse por las motivaciones, por los impulsos creadores, por la utopía y las convicciones, se aniquila la ilusión y se mata la alegría. Dos elementos difíciles de encontrar en Europa, donde la vida se mira como una gran pesadumbre que hay que sortear de manera pragmática para, finalmente, llegar a la anhelada jubilación. El reír poco y la máxima contención de los afectos forman parte de esa solemnidad con la que se toma la vida.

¿Por qué el temor a la risa? A la carcajada ruidosa sin ninguna razón específica, al abrazo fuerte y prolongado, al grito de alegría, a los tocamientos, que, mientras no sean de sacerdotes pedófilos, son tan curativos. ¿Por qué el temor a disfrutar la vida?, ese que se transmite e infecta a los demás, como esta arruga que me ha salido. Un mal signo de mimetismo involuntario.

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