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OPINIÓN
Columna
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La medalla

Juan Cruz

Hay muchas maneras de amar a la patria. Cuando Jaume Matas se fue de Mallorca rumbo a Estados Unidos era por amor a la patria; dejaba el camino libre, la suya era una manera limpia de dejar la patria en otras manos. Para que vean lo limpio que me quedo, me largo con la música a otra parte. Los que ahora no se acuerdan celebraron la decisión como algo de lo que había que estar orgulloso, en el partido y en el país. De hecho, Matas estaba orgulloso. Lo dijo en varias radios. Qué bien que lo he hecho, y qué bien que hago marchándome. Con esa voz nasal que Dios le dio, paseó su decisión como quien enseña un caballo blanco. Volvió, pero ya no fue multitudes; regresó a un país atónito de saber que su mujer no tenía suelto para pagar las ensaladas.

Así que ahora ha resultado que no se fueron él y su mujer por amor a la patria, sino por si la patria se enteraba de cómo concebía el ex presidente Matas el amor a la patria. Desde lejos decía: lo voy a contar todo, no tengo nada que ocultar. Claro, la patria es como la madre, se lo tienes que contar todo. Pero cuando vino aquí resultó que no quería tanto a la patria como a la madre; a la madre le puso una propiedad a su nombre, pero se lo ocultó a la patria. No quieren a la patria como quieren a la madre. O quizá sí. La paciencia con que se le ha esperado ahora se revela como un desesperante compás para el imputado. La patria no perdona; es como el mar, devuelve las impurezas en algún momento. Y, como la madre, te la tiene guardada.

Ahora tenemos entre manos otro caso de amor a la patria, el de José María Aznar, que fue el jefe (como un padre) de Jaume Matas. Es curioso: ambos se van de España amando a la patria y desembarcan en Estados Unidos, donde por lo visto dan los certificados. Jaume Matas se fue a trabajar a Estados Unidos, y ahora se ha sabido que tenía una beca del PP por si acaso necesitaba dinero de bolsillo. Una beca, además, porque sí, que es una modalidad que ya deberían ir estudiando el ministro Gabilondo o el rector Berzosa: tú das una beca porque sí, para los gastos, y mantienes al estudiantado estupefacto de contento, dispuesto incluso a sacrificar lo unisex por lo bisex.

En todo caso, para certificar su amor a la patria (en este caso, a la patria estadounidense), José María Aznar quiso para sí una medalla, reunió al Consejo de Ministros y asignó una cantidad que se hizo opaca, hasta que ahora la ha sacado a flote el Tribunal de Cuentas. Hay gente que por un premio mata, como Belén Esteban, una madre, haría por su hija; amañan los jurados, y luego pasean el trofeo como si fuera el resultado de un merecimiento. Y en realidad han tenido muñidores situados estratégicamente para hacer parecer justo lo que es simplemente una chapuza: te damos esto si tú a cambio me das lo otro, que es como se comportan las mafias blancas y las mafias negras. Ahora que se ven esas fotos de Aznar contento en el Congreso de EE UU, porque le iban a dar una medalla, he notado en él cierto rictus, como del que sabe que eso está amañado. ¿Que no estaba amañado? Si uno no se fía del Tribunal de Cuentas, es como si no se fiara de la madre. Y si el Tribunal llama la atención sobre esta medalla, habrá que mirarla como las madres miran las fechorías de sus hijos, con amor desconfiado.

Jaume Matas y José María Aznar, en 2001.
Jaume Matas y José María Aznar, en 2001.R. GUTIÉRREZ

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