José María Nunes, cineasta experimental
El director portugués militó en la Escuela de Barcelona
El cineasta José María Nunes, uno de los principales representantes de la Escuela de Barcelona, falleció la pasada madrugada en Barcelona a los 80 años de edad. Aún se mantiene en la cartelera barcelonesa su última película, Res publica, en la que mantiene el mismo espíritu de experimentación que recorre toda su trayectoria. El filme se estrenó el 5 de marzo. El día antes había recibido en Barcelona una condecoración portuguesa que le entregó el presidente de la República, Anibal Cavaco Silva.
En 1966, España era un país en blanco y negro. Y así lo retrató José María Nunes en Noche de vino tinto. Una carta, decía, enviada a quien quisiera recibirla. Protagonizaba la película una de las musas de la llamada Escuela de Barcelona: Serena Vergano. Pere Portabella, que pertenece al mismo movimiento, recuerda que asistió en ocasiones al rodaje del filme. Una vez, ante la algarabía de los asistentes, Nunes estalló: "¡Silencio! El cine es una misa". En el rito católico, lo esencial de la misa es la transubstanciación: el modesto pan se convierte en la carne de Cristo. En el cine, la luz y las sombras se transubstancian en narración, palabra que Nunes prefería a la de historia. Nacido en Faro (Portugal) en 1930, fue el eje de la Escuela de Barcelona, expresión acuñada por Ricardo Muñoz Suay.
En 1966, Noche de vino tinto competía con Fahrenheit 451, de François Truffaut, y con La guerra ha terminado, de Alain Resnais (sobre guión de Jorge Semprún), directores ambos pertenecientes al movimiento francés de la Nouvelle Vague con el que la Escuela de Barcelona compartía no pocos rasgos estéticos. Junto a Nunes estuvieron también Vicente Aranda, Jacinto Esteva, Joaquím Jordà, Jaime Camino y Gonzalo Suárez, entre otros.
Noche de vino tinto era la cuarta película de Nunes. La primera, Mañana, es de 1957. Antes fue doblador, actor, secretario de rodaje, ayudante de dirección y coordinador de guionistas con directores como Enrique Gómez, Ignacio Farrés Iquino o Joan Lladó. Cuando empezó a dirigir sabía lo que quería y lo que no quería: no quería el cine español adocenado de las pantallas comerciales. Pretendía innovar, aun a costa de vivir en una cierta marginalidad. Así ha sido, hasta el final.
La despedida será hoy, a las 17.00, en el Tanatorio de Collserola de Bacelona.
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