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La casa de los espías

Arbitrariedad, amiguismo, espionaje. Trabajar en Ràdio Televisió Valenciana (RTVV), al menos durante la etapa de Vicente Sanz como número dos, que duró, no se olvide, 15 años, no dependía en muchísimos casos de la capacidad ni de los méritos de los profesionales. Los ascensos o las degradaciones estaban al albur, en buena medida de las relaciones personales que se mantuvieran con el jefe. Sanz, al menos es lo que se desprende de las declaraciones ante la juez de Paterna, creó una red de información en las dependencias de la radiotelevisión autonómica valenciana. La metáfora del "tronco y las ramitas" a que se refería Sanz en relación con las denunciantes no tiene por qué ser necesariamente sexual. Si hay que hacer caso de la declaración del ex secretario general de RTVV, una de las "ramas" le daba información de Canal 9 y la otra de la radio. A una de ellas le dirá que "quiere saber los comentarios que hay en la sección de programas. Necesita gente que le cuente de qué se habla respecto del convenio y de la empresa". No sorprende que el director general del ente, José López Jaraba, sospechara que las dos periodistas eran espías de Sanz cuando intentaron explicarle el supuesto acoso que sufrían.

"Había poco que preparar, él daba los nombres de quienes tenían que entrar"
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Vicente Sanz, desde su posición de dominio, decide poner en marcha el sindicato Unión Sindical Obrera (USO) en Canal 9. Una organización "amarilla" al servicio de la empresa. Las reuniones tienen lugar en un hotel de cinco estrellas que se encuentra en Bétera (Valencia) con el objetivo de preparar el convenio colectivo. Lo declara Sanz ante la juez. Lluís Motes, entonces jefe de informativos, es el encargado de llamar a una de las ahora denunciantes para que se integre en la candidatura de USO, cosa que acepta. Durante esa época los contactos entre ambos son frecuentes con la excusa de las negociaciones del convenio. Y Sanz da órdenes para que no salga a cubrir informaciones en la calle, para poder controlarla y presionarla.

En marzo de 2009, dos años después, el secretario general le da una jefatura, un cargo que, según consta en la declaración de la denunciante, "no existía y él se lo inventó". A pesar de que consta el incremento salarial que ello supone, Sanz niega en la declaración ese ascenso. Por decisión de Sanz, pasa a formar parte de los tribunales que decidían los becarios que iban a entrar a trabajar en RTVV. Pero en las reuniones previas que tenían lugar en el despacho de Sanz "había poco que preparar, él te daba nombres de personas que tenían que entrar".

De la arbitrariedad es una buena muestra la denuncia que efectúa otra de las periodistas. Durante un tiempo, mantuvo una relación personal con otro trabajador del ente. Cuando Sanz lo supo, le reprochó que cómo había podido estar con esa persona, y "dijo que se lo iba a cargar". El resultado fue que quedó rebajado de categoría. Y quiso celebrar su machada con una invitación en un restaurante. Y se jactó de "habérselo cargado". A ella le ofreció un puesto que nunca llegó a ejercer. Eso, y otros episodios, explican el miedo a contradecir a Sanz. La certeza de que cualquier desafección tendría respuesta.

Sanz negará haber degrado a ningún trabajador porque él no tiene competencia para hacerlo; pero sí es verdad que algo ocurrió con el puesto porque entre el nombramiento y el cese no pasaron más de seis meses. Él, claro, no tuvo nada que ver.

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