"Voy a la cama con las auditorías del Palau de la Música"

Mariona Carulla (Barcelona, 1944) pertenece a una de esas "400 familias" que, en opinión autorizada de Fèlix Millet, configuraban ese remanso de bienestar social conocido como "el oasis catalán", donde nunca ocurría nada hasta que la policía y los jueces decidieron que empezaran a pasar cosas. Como el de Fèlix, el padre de Mariona, Lluís Carulla (1904-1990), fue un empresario de firmes convicciones catalanistas, creador en 1937 de las sopas Gallina Blanca -embrión del grupo Agrolimen, hoy extendido al sector de los piensos, la producción vitivinícola y la higiene- e impulsor de múltiples iniciativas culturales, entre ellas Òmnium Cultural o su propia fundación, activa desde 1973, que otorga cada año unos premios de honor a personas o entidades cuya labor cívica o cultural haya contribuido "a fortalecer la conciencia de comunidad nacional". Catalana, por supuesto.

La presidenta de la entidad catalana quiere "devolverla a la sociedad"

Mariona Carulla es una mujer educada y gentil, está casada y tiene cuatro hijos y ocho nietos. Estudió Económicas y se formó en la división de nuevos productos de Gallina Blanca, donde lanzó una exitosa línea de potajes. Posteriormente ha impulsado diversas iniciativas en el campo de la empresa familiar. Pero lo suyo es la cultura. Lidera el Concurso de Piano Maria Canals, pero su vida ha cambiado desde aquel fatídico día de finales de julio en que, siendo vicepresidenta de la Fundación Orfeó Català-Palau de la Música, los Mossos d'Esquadra irrumpieron en el Palau. Ahora se ha puesto al frente de una entidad bajo el foco judicial y mediático.

"Me enteré del registro mientras iba al mercado. No podía creérmelo, pensé que se trataba de un problema menor con Hacienda. Millet me llamó para decirme que todo se aclararía. Nunca pedía colaboración o consejo. Iba a lo suyo. Accedí a sucederle forzada por las circunstancias", prosigue. Carulla da cuenta de un lenguado con verduras y cítricos en el restaurante El Principal, que ha elegido porque pertenece a un grupo familiar catalán, como el de su propia familia, y ubicado en un palacete del Ensanche barcelonés. "Muchos patrocinadores vinieron a decirme que si yo continuaba, ellos también. No pude negarme. Me he tomado el Palau como un reto personal. Mi objetivo es devolverlo a la sociedad".

Esa decisión ha acarreado algunos daños colaterales a su cotidianidad. Ya no va al mercado diariamente, su gran pasión, y practica menos deporte, aunque el mes pasado aún sacó tiempo para apuntarse a la Marcha Beret de esquí de fondo. Ahora se traga dictámenes judiciales, peritajes e informes que han situado el desfalco por encima de los 30 millones de euros. "Me voy a la cama con las auditorías del Palau", asegura.

Piensa presentarse a las elecciones para seguir como presidenta del Orfeó Català cuando estén redactados los nuevos estatutos "Si me eligen estaré sólo cinco años", advierte. Y se muestra ambiciosa: "Quiero aumentar el número de socios, actualmente unos 1.500. Son pocos. En la década de 1960, mi padre, pionero en el terreno de la publicidad, consiguió a través de una promoción en el programa de radio Ustedes son formidables que los socios del Orfeó Català pasaran de 500 a 10.000...".-