El 'modelo alemán', imposible en Euskadi
Patronal y sindicatos coinciden en las dificultades de trasladar a las empresas un clima de confianza - La falta de recelos resulta básica para flexibilizar la jornada
Supone, sobre todo, una cuestión de confianza. La flexibilidad del tiempo de trabajo y del mercado laboral a la que ahora miran todos los agentes sociales como posible puerta de salida de la crisis, se basa, en buena medida, en esa confianza. Y es, precisamente, uno de los principales valores que falta en las relaciones laborales vascas. Patronales y sindicatos se reúnen bajo fuertes recelos tras años de desencuentros. Si hay que tocar derechos laborales y cambiar la jornada, la movilidad o la estabilidad, ambas partes deben exhibir grandes dosis de seguirdad en las buenas intenciones del otro o el resultado final serán procedimientos tremendamente reglados y poco eficaces como los expedientes de regulación ante sacudidas tan rápidas y profundas como la actual crisis.
La división sindical en el País Vasco complica todavía más el panorama
El llamado modelo aleman de reparto de la jornada, nacido en 1927, es rápido y se basa en un acuerdo entre las partes (empresa y trabajadores) para salvar el empleo cuando se producen desajustes entre la oferta y la demanda. Además, los complementos salariales no los paga empleador sino el Estado, que abona al trabajador hasta el 60% del sueldo que deja de cobrar al reducir la jornada.
Ello ha permitido a Alemania cerrar el pasado ejercicio con una tasa de paro del 7,6% frente al 12% en Euskadi y el 19,3% en el conjunto de España, pese a que la caída del PIB alemán fue superior a la del español (un 5% frente al 3,6%). Los propios sindicatos alemanes estiman que los despidos que se han evitado recortando tiempo de trabajo rondan los 450.000.
Un problema añadido en Euskadi es la profunda división del panorama sindical. La mayoría que conforman las centrales nacionalistas ELA y LAB se ha excluido de los órganos de diálogo social, y la primera, el sindicato con más representantes, evita incluso firmar los convenios sectoriales.
En ese contexto todos los integrantes de la Mesa de Diálogo Social coinciden en que es básico recuperar un clima de confianza que descienda progresivamente hasta la empresa para afrontar el nuevo ciclo económico. Euskadi, donde la industria tiene más peso que en el resto de España y su economía ha resultado menos afectada por la crisis del ladrillo, podría suponer el banco perfecto de pruebas para llegar a acuerdos de empresa que recogiesen el modelo alemán. Y, sin embargo, ni en una empresa alemana por excelencia, en la planta de Mercedes Benz en Vitoria, se ha logrado. En la planta se han sucedido dos expedientes de regulación de empleo (ERE), que se suman a la flexibilidad ya pactada en convenio y que sólo fue posible después de un durísimo tira y afloja, con huelgas incluidas.
Para los ya más de 137.000 parados apuntados a las oficinas del Inem en Euskadi cualquier solución llega tarde. Para todos los pequeños empresarios entrampados en la brutal crisis de financiación primero, y del consumo después, también.
Las industrias han compensado la caída de ventas con los despidos, mayoritariamente de trabajadores temporales. Hasta el único dato inicialmente positivo lleva incorporado su lado oscuro: la tasa de temporalidad se ha reducido casi seis puntos, pero porque los empleados temporales han sido barridos del mercado de trabajo.
Los ERE de reducción de tiempo de trabajo -no de jornada completa- resultan inviables en España porque al trabajador se le recorta un día completo de desempleo, aunque sólo reduzca un 30% de la jornada. Los trabajadores que se acogieron el año pasado a expedientes de reducción de jornada apenas si llegaron en Euskadi a unos 1.300, frente a los 60.000 de los ERE de jornada completa.
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