Sexo en grupo en el museo
Una instalación planteada como club de intercambio sexual desata la polémica en Austria
Sex sesión en la Secesión. Un escándalo considerable rodea a este centenario museo vienés, donde puede visitarse en jornada diurna el Espacio para la cultura del sexo. Por la noche, el público lo convierte en lo que es: un lugar para satisfacer los deseos de la carne, un sitio de intercambio sexual de parejas recreado a partir de un auténtico club de prostitución de Viena. Abierto hasta el 18 de abril para mayores de 18 años.
La culpa de todo el revuelo la tiene una instalación artística ideada por el polémico suizo Christoph Büchel (Basilea, 1966), quien nunca concede entrevistas. En los sótanos del museo se ha construido una réplica del club Element6, cuyos dueños aceptaron el proyecto del artista suizo.
Las reglas de la réplica del club instalada en el museo marcan que se puede ir de mirón, de participante o de ambas cosas
La muestra/club tiene numerosas habitaciones abiertas a las miradas por cortinas que no cierran del todo. Las habitaciones están conectadas por ventanas sin cristales y por un pasillo por el que desfilan mirones que pueden ver las posibilidades que ofrece el sexo en grupo y oír gemidos y gritos. Algunos pueden acabar participando en la orgía, pero sin imponerse, como establecen las normas del local. En dos habitaciones se proyectan vídeos de, por ejemplo, un trío de mujeres jugueteando con sus genitales. Los condones son gentileza de la casa, que los ofrece a montones sobre falsas esculturas griegas.
Aparte de la sala en la que se hacen espectáculos de bondage (práctica sexual de atar o ser atado) y del archiconocido strip-tease en barra fija, la parte del club que más llama la atención por sus artilugios es la cámara de sadomasoquismo o tortura. Aquí se ha instalado un aspa de madera fijada a la pared por estructuras de metal en la que por la noche suele encadenarse a una mujer -en ocasiones, a un hombre- para actos sexuales de sadismo y masoquismo.
Cerca de ella se encuentra una reproducción de un antiguo sillón de examen ginecológico y una especie de guillotina con tres agujeros: la persona que practica actos de sometimiento introduce en ellos el cuello y las manos. Por doquier se encuentran mesas, tipo camilla de hospital, para jugar.
Aunque el público es variopinto en vestimenta y edad, predominan las parejas de 30 a 50 años y de clase media. Los hombres van vestidos más bien formales -algunos, incluso, trajeados- y tienen aspecto de buenos chicos. En las mujeres predomina la ropa sexy y el mal gusto. Nadie lleva vaqueros ni camisetas porque el club desalienta su uso y, en cambio, aconseja que se acuda con indumentaria erótica.
Algunos, no se sabe si espontáneos o actores, llevan bodies de látex hasta las ingles, y otros, ropa de cuero. Se pasean así entre los clientes para atraer su atención y ofrecen escarceos sexuales, sexo duro o lo que surja sobre los colchones de las habitaciones. El ambiente musical cambia: cuando este periódico acudió a visitar la exposición en horario diurno sonaba por los altavoces la conocida canción Macarena en su versión original en español. Por la noche, lo que se escuchaba eran temas para romper tabúes, como la clásica Voulez-vous coucher avec moi (ce soir)? -en francés, ¿Quiere usted acostarse conmigo (esta noche)?-.
Hay un área abierta con dos jacuzzis y dos duchas que no funcionan para no contravenir las normas de humedad del museo y evitar dañar obras como El friso de Beethoven, del artista austriaco Gustav Klimt (1862-1918), que se encuentran en la instalación permanente, en el piso inmediatamente superior al club. Cuando esta periodista acudió al museo, un fornido hombre desnudo se estaba poniendo en esa área un traje de látex ante las miradas indiferentes de unos y divertidas de otros.
En el club hay strippers y la dirección niega que haya prostitutas. Una pequeña parte del público se comporta como si fueran actores: se mezclan con la gente, bien para azuzarla para que se atreva a más, bien para iniciar alguna práctica a la que arrastrar a alguien.
Las reglas del club (y de su réplica en el museo) marcan que se puede ir de mirón, de participante o de las dos cosas: no se aprecia que se fuerce a nadie a hacer algo contra su voluntad.
El club funciona a partir de las nueve de la noche -durante el día no hay strippers-. De la gestión se encargan los mismos dueños del auténtico Element6, que funciona desde hace años en la zona de prostitución de Viena. Afirman que sólo cobran el precio de las bebidas y que el de las entradas va a parar a la gerencia del museo.
Pese al aire de libertad que el club pretende dar a sus reglas, los precios revelan una política de fomento del público femenino. Si las mujeres acuden solas pagan 6 euros, mientras que los hombres tienen que abonar 42. Y las parejas, 15 euros. Bebidas aparte. Todo esto no es óbice para que el club declare su intención de "crear un ambiente en el que las mujeres se sientan bien, como seres sexuales individuales, que no sean consideradas como objetos".
La muestra ha logrado que desde su apertura, el 19 de febrero, la palabra "sexo" esté en la boca de todos en Austria. La tolerancia de los ciudadanos de a pie contrasta con las acaloradas declaraciones de sus políticos y de los vecinos suizos, que sostienen que se trata de una perversión que se vende como si fuera arte; y que, para colmo, ha recibido subvenciones de ambos países.
De los 90.000 euros que ha costado la exposición/recreación del club, la mayor parte es dinero de los contribuyentes. La Fundación Helvetia, promotora del arte suizo, ha aportado 10.245 euros.
La actitud de la población no sorprende en Austria, patria del escritor Leopold von Sacher-Masoch (1836-1895), en cuyas novelas los personajes disfrutaban de prácticas sexuales que después se llamaron masoquistas, como derivación de su apellido. Austriaco es también el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, quien estudió el masoquismo.
Tampoco es casualidad que esta muestra esté en la Secesión, edificio representativo del rupturista modernismo vienés -Jugendstil en alemán-, al frente del cual estuvo Klimt.
La portavoz del museo, Urte Schmitt-Ulms, ha explicado que Büchel ha buscado una reacción parecida a la polémica creada por Klimt con una de sus obras más relevantes, el Friso, presentada en 1902, en la que hay tres mujeres desnudas. Fue calificada de pornográfica por explícita.
El presidente de Austria y uno de los más prominentes socialdemócratas, Heinz Fischer, ha subrayado que todo lo que se diga sobre la muestra/club "no hace más que seguir el juego que pretende Büchel". La ex europarlamentaria cristianodemócrata del ÖVP Ursula Stenzel, presidenta del distrito del casco antiguo de Viena al que pertenece la Secesión, dice haber sido engañada cuando se le presentó el proyecto para su aprobación porque nunca se le indicó que incluía un club en funcionamiento.
El líder de los populistas de derecha del Partido Liberal Austriaco (FPÖ), Heinz-Christian Strache, ha sido el más vociferante de entre los políticos: no sólo ha emitido seis comunicados de prensa de denuncia en dos días consecutivos, sino que ha clamado: "¿Sexo en grupo en la Secesión? ¿Se ha vuelto loca nuestra sociedad?".
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