Tato Luzardo, amigo y músico con mayúsculas
Tato Luzardo esperó a que transcurrieran los Premios de la Música con normalidad para, justo a la mañana siguiente -ayer, 5 de marzo- , abandonar la lucha titánica que durante años mantuvo contra una larga y desgastante enfermedad que no pudo con él, porque se fue cuando quiso y no cuando le tocaba. Tenía 65 años.
Tato, que había nacido en Las Palmas de Gran Canaria el 29 de julio de 1944, y yo iniciamos la aventura norteamericana cuando aún éramos menores de edad y mi padre tuvo que acompañarnos como tutor. Aquello marcó nuestras vidas y ya nada sería igual hasta hoy, medio siglo más tarde. Ahora le despedimos desolados por la pérdida de un ser extraordinario que a lo largo de su carrera, primero como músico, más tarde como ejecutivo discográfico y, al final, como director de la Academia de las Artes y las Ciencias de la Música, siempre dio ejemplo de capacidad inventiva, rectitud profesional y amor al trabajo bien hecho.
Durante estos años su anecdotario es tan rico que recordando su vida podemos pasar revista a la historia del desarrollo de la música española en Latinoamérica, porque fue allí donde, incansablemente y con un gran sentido del humor y de la oportunidad, contribuyó a abrir mercados para Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Mecano, Víctor Manuel y Ana Belén, Pedro Guerra, Toreros Muertos, Juan Pardo, Camilo Sesto, Rocío Dúrcal, Peret, Los Manolos y muchos otros que hoy arrimarán el hombro al dolor compartido.
Ramón Segura, presidente de Ariola e icono de la industria discográfica, me llamó un día y me dijo: "Tengo dos noticias para ti. ¿Cuál quieres primero, la buena o la mala?". Le dije que sólo quería oír la mala, que la otra ya me llegaría. "Tu batería, Tato, se viene conmigo como label manager de Island Records; lo siento, te dejo sin ritmo".
No podía creerme que mi compañero de estudios y andanzas musicales, que mi cómplice en Estados Unidos viviendo el sueño juvenil, que mi amigo de cientos de galas por España y Europa se cambiara de chaqueta y se fuera a la industria. ¿Dónde quedaban las noches en los garitos de soul en Virginia Beach, Norfolk, Nueva York, San Francisco o Memphis? ¿Qué pasaba con los ensayos interminables, puliendo hasta la perfección la sección rítmica de Los Canarios?
Años de discos y giras
Por mi cabeza pasaron en aquel momento 15 años de discos y giras, cruzando el Atlántico y los hemisferios, todo por la música. Tato cambió las baquetas por los despachos. ¡Quién me iba a decir a mí que yo seguiría sus pasos años más tarde y que hoy, escribiendo su obituario, vea la simetría en nuestras vidas de isleños descarados y ambiciosos por hacer del arte un modo de vida!
Al final, la noticia buena que no me sentí con fuerzas para reclamarle a Ramón Segura fue que Tato lideraría una operación de internacionalización de la música española, llevando a través de interminables viajes por el continente americano y por Europa lo mejor del talento musical en operaciones inteligentes y oportunas que permitieron el despegue de los autores y artistas antes mencionados, además de un viaje de vuelta, ya que Tato propició que el diálogo iberoamericano funcionase en las dos direcciones.
Fue obra suya el aterrizaje en España de Juan Gabriel, Emmanuel, José José, Daniela Mercury, El Puma, Gilberto Gil, Diego Torres, So Pra Contrariar, Gloria Trevi, Santana, Juan Luis Guerra y muchos otros y otras que han consolidado un panorama musical de enorme importancia económica y cultural, un mercado.
Hoy, todos recordamos al amigo, al músico, al compañero de juergas nocturnas, al promotor incansable, al defensor del artista, al escudero fiel que hasta el último minuto mantuvo el compromiso con la Academia de la Música.
Tuve la suerte de hablar con él la última vez que recuperó la conciencia y sólo me preguntó cómo llevaba Nacho Sáenz de Tejada la ceremonia de entrega de los Premios de la Música, si la huelga de televisión afectaría a la retransmisión y si a los artistas invitados se les estaba tratando bien en el teatro Calderón. Le tranquilicé, le dije que todo iba bien y tuve la impresión de que descansaba de una pesada carga responsable. Nos despedimos hasta el día siguiente, que no llegó.
Hoy, ahora, el mundo es más triste e incompleto mientras que el espíritu puro e íntegro de Tato no se reencarne en un niño batería que toque en una caja de cartón, hasta que sus padres le regalen una de verdad, tal vez una Sonor, como la primera que tuvo Tato Luzardo cuando cumplió 15 años, hace ya 50 de este recuerdo.
Eduardo Bautista es presidente del consejo de dirección de la Sociedad General de Autores de España (SGAE).
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