Sampat Pal, una libertaria en la India
¿Es posible, y cómo, que en sociedades rurales tradicionales se produzca la irracionalización de prácticas y costumbres sólidamente atrincheradas? ¿Cómo, además, se explica que sea una mujer quien, al hilo de este proceso, lidere un movimiento compuesto básicamente por mujeres que combina vindicaciones feministas con luchas contra el sistema de castas? No, desde luego, como un proceso inducido por las prácticas neocolonialistas de Occidente. Ni tampoco como una reacción espontánea sin más a formas de opresión que persisten a pesar de estar abolidas por las leyes. Hace falta que se produzca una peculiar interacción entre factores endógenos y factores exógenos. Entre los factores endógenos se encuentra la impresionante biografía de una líder carismática. Se dio la circunstancia de que esa madera de líder fuera tallada por un pariente masculino atípico, que la ayudó a asistir durante un corto tiempo a la escuela de incógnito y puso los pilares para que fuera a mítines sobre los derechos de las mujeres que dieron forma a sus intuiciones sobre lo justo y lo injusto: un afán indómito de libertad se impuso sobre las restricciones de un matrimonio concertado. Un afán semejante la lleva a tematizar la igualdad entre varones y mujeres así como entre todos los seres humanos, irracionalizando y combatiendo privilegios de casta operantes que coexisten en las costumbres con su abolición en las leyes. Las prácticas corruptas de la Administración que son las responsables de este décalage se convierten en el blanco de sus iras. Pero ahí lleva a cabo el descubrimiento de que luchar contra ellas con éxito así como contra las crueles arbitrariedades de los maridos, que expulsan de sus casas a las mujeres que no "les dan" un hijo varón -Amartia Sen afirma que "faltan" noventa millones de Asia-, no es posible para una mujer sola. Se dedica a reclutar mujeres -y algún varón excepcional- para su causa y hace la experiencia de los logros que la solidaridad entre las féminas hace posible. El movimiento que así se constituye tiene, en la estela de Gandhi, una vocación pacifista: sus armas son el diálogo y la argumentación para poner de manifiesto las incoherencias entre los principios y las prácticas. Pero hay que amedrentar de algún modo a los poderes fácticos corruptos que no se dejan convencer racionalmente: se los intimidará cuando se vean enfrentados a cientos de mujeres vestidas con su uniforme de guerra -los saris rosas- y empuñando un ligero bastón, el lathi, que sirve para guiar las cabras, de apoyo en las vertientes escarpadas y que se puede hacer fácilmente con una rama, y cuya función puede pasar, en situaciones límite, de la metáfora a la metonimia. Pues para Sampat Pal es "importante que una mujer conozca los gestos de autodefensa más elementales".
El ejército de los saris rosas
Sampat Pal / Anne Berthod
Traducción de José Miguel
González Marcén
Planeta. Barcelona, 2009
272 páginas. 19 euros
¿Cuál será el porvenir de este peculiar movimiento social? Nuestra líder aclara que su "banda no es una oficina de asistencia social". Se trata de que las mujeres "tomen su destino en sus manos" apoyándose en otras que estén a la recíproca. Pero ¿podrá consolidarse sin mediaciones políticas ni institucionales? La líder de "los saris rosas" es escéptica respecto a la política: el Estado arbitra leyes progresistas y programas sociales que no se implementan, y las mujeres que han estado en el poder no han cambiado la condición de sus congéneres. ¿Es justo este reproche, que, por otra parte, tanto nos suena? No podemos tratarlo aquí, pero es sintomático de que, como dice Sampat Pal, "las mujeres tienen los mismos problemas en todos los continentes".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.