El arte de la contemplación extrema
El Museo San Pío V inaugura una exposición sobre las cartujas valencianas
Un cuadro recién restaurado, llegado del Musèe de la Grande Chartreuse de Grenoble, la sede de los Cartujos, describe a la perfección en el Museo de Bellas Artes San Pío V la peculiar forma de vida de la orden fundada por San Bruno en 1084. El óleo representa una vista panorámica de la cartuja de Valldecrist, en Altura, en la que se ve una distribución arquitectónica que permite a los monjes ser eremitas y vivir a la vez en comunidad. Allí se ven los huertos que cultivan los monjes hermanos, las zonas comunes, como talleres, dormitorios o la iglesia. Y alrededor de un gran claustro, las celdas, cada una con su jardín adosado, en las que los monjes padres "hablaban a Dios de los hombres", según explicaron ayer Víctor Mínguez y Vicent Zuriaga, profesores de la Universitat Jaume I de Castellón y comisarios de la exposición Memoria y arte del espíritu cartujano: las cartujas valencianas. Una vida de contemplación extrema que iba más allá de los votos de pobreza, castidad y obediencia a base de un aislamiento casi absoluto.
La exposición rinde homenaje a las cartujas valencianas fundadas tras la "recristianización" acometida por Jaume I a partir de 1272: llegó a haber cinco cartujas, las desaparecidas de La Anunciata (en Valencia) y de Via Coeli (Orihuela) y las tres aún en pie, las de Porta Coeli (la única en activo, en Serra), Valldecrist y Ara Christi (en El Puig).
En el museo, fotografías en blanco y negro de José Manuel Guerrero sobre la arquitectura y sobre el silencio de los monjes se confrontan en diálogo con obras de arte originarias de monasterios cartujos. Así, junto a espléndidos trabajos de Juan de Juanes, Espinosa, Sánchez Cotán (que además era cartujo) o Vergara, destacan el cuadro de San Bruno de Zurbarán, varias obras de Ribalta y los dos retratos de La Dolorosa pintados por Camarón, uno de los cuales llega desde el Prado junto a dos cuadros enormes de Vicencio Carducho.
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