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LECTURA

El espectáculo del horror

Asistimos a una escalada de vídeos sobre torturas, violaciones y degollamientos auténticos que circulan sin restricciones. Michela Marzano, profesora italiana afincada en Francia, trata de precisar la frontera que separa el derecho a la información, de la anestesia ante la barbarie

La realidad y la difusión de vídeos macabros se multiplican y pronto cambian de naturaleza cuando los islamistas se apropian de ellos para convertirlos en una herramienta de propaganda.

El 22 de febrero de 2002, el periodista estadounidense Daniel Pearl es degollado. Se manda una cinta de vídeo de la ejecución al consulado de Estados Unidos en Pakistán. La cadena de televisión estadounidense CBS difunde secuencias que muestran al periodista justo antes de ser asesinado por sus secuestradores, aunque se abstiene de difundir la ejecución en la pantalla. Poco tiempo después, el vídeo integral circula por Internet. El hombre está pálido, habla despacio, probablemente lo han drogado. Todo ocurre muy deprisa, sus declaraciones, el acta de acusación, la decapitación, la cabeza levantada como signo de trofeo.

La muerte como espectáculo

Michela Marzano

Tusquets Editores.

Colección dirigida por Josep Ramoneda.

Precio: 11 euros.

En el vídeo del asesinato de Nicholas Berg se escuchan los alaridos. Sale un cuchillo. El hombre es degollado vivo
Los vídeos macabros no generan ni análisis, ni reflexión; paralizan el pensamiento y refuerzan la indiferencia
Un internauta dice sobre los vídeos de decapitación: "¡En casa de un amigo he visto algo! ¡Nos divertimos mucho!"
Hay que impedir que la "realidad-horror" termine un día por compararse con el "derecho a saber"

El 12 de mayo de 2004, otra secuencia de vídeo, la del asesinato de Nicholas Berg, un hombre de negocios estadounidense de 26 años, se presenta parcialmente en tres grandes cadenas de televisión anglosajonas. Al día siguiente, la CIA confirma su autenticidad. Como en el caso de Daniel Pearl, el vídeo integral muy pronto se puede encontrar en Internet (...), empiezan los alaridos. Sale un cuchillo. El hombre es degollado vivo. La cabeza, como la de Daniel Pearl, se levanta, como un trofeo, en señal de victoria. También en este caso, varios sitios web dan acceso a estas imágenes. ¿Quién las ha difundido? ¿A quién "beneficia" el crimen?

(...) El 30 de diciembre de 2006 es el día del ahorcamiento de Sadam Husein. La televisión pública Al-Iraqiya difunde una secuencia de una veintena de segundos, filmada por los servicios de comunicación del primer ministro chiita Nouri al Maliki; muestra, sin sonido, los últimos instantes del dictador, a fin de demostrar que "el tirano está bien muerto"; Sadam Husein tiene las manos atadas a la espalda y la cara descubierta. Una vez más, Internet va mucho más lejos y hace circular imágenes piratas filmadas con un teléfono móvil. El vídeo, que dura 2 minutos y 43 segundos, muestra las condiciones exactas de la ejecución. (...) Más allá de las polémicas alrededor de la pena de muerte, la transformación en "espectáculo" de la ejecución de Sadam Husein es lo que plantea problemas. En efecto, el vídeo integral de su ahorcamiento, todavía disponible en línea, se añade a las otras imágenes macabras que atraen a los internautas. En uno de los sitios en que se puede consultar, incluso se lee: "¡Finalmente, el vídeo completo de la muerte de Sadam Husein tomado con un teléfono móvil!". Como si el hecho de mostrar este vídeo formara parte de un derecho fundamental a la información. ¿Información o "realidad-horror"?

En los sitios que propagan estos vídeos, se invoca el derecho de los ciudadanos a ser "informados". En nombre de la libertad de información, se hacen públicas imágenes abrumadoras. Por otra parte, el acceso a la información se reivindica cada vez más como un derecho, el derecho a saber, a conocer, a fijarse una opinión propia... Sin embargo, a pesar de la aparente finalidad con la que cada uno puede ahora tener acceso a todo tipo de imágenes, surgen nuevos problemas. ¿Hay que mostrarlo todo? ¿Es realmente información lo que busca el que visiona estas imágenes?

(...) Los vídeos de asesinatos se han convertido ahora en productos eficaces, cargados de referencias míticas de una cultura del odio y generadores de inducciones al asesinato. Son imágenes que integran un decorado y un telón de fondo cuidadosamente concebidos y que mandan mensajes dirigidos a un auditorio bien identificado. Los vídeos más recientes traducen claramente esta "asimilación de las reglas del arte", obedecen a una especie de guión estereotipado, casi invariable, en que las víctimas leen antes de morir una declaración, a menudo en dúo siniestro con sus asesinos.

Para los autores de estas películas, los espectadores potenciales de sus crímenes se dividen en dos grupos: el mundo musulmán y Occidente. El objetivo es llegar igualmente a ambos, pero provocando en el seno de cada uno una reacción diferente. Las imágenes destinadas a los musulmanes se conciben para incitarlos a actuar; son "vídeos de reclutamiento" que pretenden exacerbar el odio hacia los occidentales. Las degollaciones públicas se han convertido en una herramienta de expresión y de presión política por la teatralización de las inmolaciones humanas. Como explica el filósofo Abdelwahab Meddeb, si el rito del sacrificio celebra la sustitución del hombre por el animal, la locura terrorista es su inversión simétrica. Nos hace descender a la barbarie pura, pues algunos islamistas llegan incluso a discutir en Internet sobre el detalle de las técnicas de degollación hasta ahora reservadas a las bestias para la fiesta del Aid.

(...) Mientras los terroristas multiplicaban su siniestra faena, los países occidentales se acostumbraban poco a poco a los espectáculos de violencia extrema. Es cierto que, la mayoría de las veces, se trataba de ficciones o de videojuegos y no de violencia real. Hay que decir que algunos videojuegos y algunos sitios pornográficos integran escenas de mutilación, violación y tortura. Algunos incluso llegan a presentar, al lado de películas de violación y de sadomasoquismo, vídeos islamistas de degollaciones. Por supuesto, se trata de una pequeña minoría. Pero es justamente en un sitio de porno duro anglófono donde he podido visionar la decapitación de Shosei Koda, un mochilero japonés de 24 años (el joven había sido secuestrado y ejecutado en octubre de 2004, después de que expirase el ultimátum lanzado por el grupo de Abu Mussab al Zarkaui al Gobierno japonés para retirar sus tropas de Irak). Es como si ya no existiera diferencia entre la ficción y la realidad; una vez que se ha adquirido la costumbre de mirar imágenes de extrema violencia, ¿por qué contentarse con la "ficción-horror"?, ¿con un horror de ficción? ¿Por qué no acceder al horror real? En efecto, podemos preguntarnos si la ficción no es el preludio, la vía de acceso, en cierta manera, a la "realidad-horror".

(...) En un foro de discusión de la Red, los internautas, en su mayoría jóvenes, intercambian sus opiniones sobre los vídeos de decapitación. Aparentemente, parecen tener la costumbre de comunicarse entre sí y hablan de estas escenas como si se tratara de un tema de conversación como otro cualquiera. La persona que lanzó en un sitio francófono, en abril de 2007, el foro Vídeos de decapitación parece buscar una respuesta a una serie de preguntas que se plantea después de haber mirado la degollación de Nicholas Berg. Las respuestas llegan deprisa, diferentes, a menudo sorprendentes, a veces inquietantes. "!Lo evito entre el entrante y el postre!", responde de inmediato alguien, seguido por otro que, sin ningún problema, replica: "!Sí, en casa de un amigo he visto algo de este tipo! !Nos divertimos mucho!" Después, el tono asciende. Los inscritos a este foro son unos 60, con una media de edad de 20 años. Los visitantes, en cambio, son mucho más numerosos y, según las estadísticas del sitio, dos meses después ya contaban con 10.000 lectores de estos intercambios.

(...) Los medios de comunicación se pasan una semana mostrando una selección de imágenes de un vídeo que ellos han visto y dicen "nosotros lo tenemos pero no podemos mostrarlo". Gracias a Internet, se acabó el elitismo de las oficinas de redacción, que se guardan para ellas la información "no apta para el pueblo". Por otra parte, estos vídeos son fáciles de encontrar.

Solamente que, cuando se habla de Internet, se sale del ámbito de la información y se entra en un mundo en el que se encuentra todo y su contrario. El ámbito multimedia interactivo (o hipermedia) permite utilizar el ordenador como un medio de comunicación con el objetivo de comunicar, divertir o informar. Se trata, por tanto, de un tipo de presentación audiovisual, pero cuyo "control", contrariamente a una emisión de televisión, se deja en parte a la discreción del usuario. El ordenador se convierte así en un lugar de espectáculo, y el espectador participa en ello activamente por medio de "prótesis": teclado, ratón, palancas, guantes y otros sensores. A partir de ahí, los internautas se acostumbran a aceptar la violencia como una manera de vivir y algunos ya no experimentan ninguna repugnancia o repulsión al verla. Mediante la experiencia continua de los vídeos bárbaros, las sensaciones de asco y de repulsión de los individuos se vuelven cada vez menos fuertes. Entonces es, como he dicho, cuando la compasión humana se entumece.

¿Qué hay que hacer pues con respecto a la Red? ¿Hay que prohibir que se cuelguen en ella vídeos que proyecten asesinatos o imágenes filmadas con un móvil durante una agresión? En Francia, se han tomado medidas jurídicas en el marco de la ley sobre la delincuencia. (...) Entre las diferentes disposiciones, algunas hacen referencia a la definición de un nuevo tipo de infracción ligada a las imágenes de violencia, como consecuencia de los sucesos relacionados con el happy slapping. (...) Se sanciona la grabación y la difusión de imágenes que muestren infracciones que afecten a la integridad de la persona. La grabación se considera como un acto de complicidad (...) la pena puede ir hasta la reclusión criminal a perpetuidad. La difusión se castiga con cinco años de cárcel y una fuerte multa. Se prevé una sola excepción, "cuando la grabación o la difusión resulten del ejercicio normal de una profesión que tenga por objeto informar al público o se realice con el fin de servir de prueba a la justicia". (Actualmente, las leyes españolas no castigan la venta o difusión de este tipo de grabaciones).

Ahora bien, estas medidas no dejan de crear cierto número de problemas. (...) Se reacciona a la violencia con la violencia de la prohibición. No se intentan comprender los vínculos entre violencia, espectáculo y diversión. No se reflexiona sobre las posibles consecuencias para la libertad de expresión, puesto que la ley prohíbe la difusión de imágenes de violencia aunque el autor de un vídeo no tenga vínculos con el autor de la violencia. Lo cual representa, por ejemplo, condenar a quien (si no es periodista) filme actos de violencia perpetrados por la policía.

(...) Por otra parte, en Egipto, unos blogueros han revelado recientemente una serie de escándalos que implican a los servicios de seguridad y han demostrado, por medio de vídeos filmados clandestinamente en centros de detención, que la tortura era todavía una práctica regular en este país. Ellos, y no los periodistas profesionales, son los que originaron la información más fiable y más molesta para el poder egipcio.

En realidad, habría que conseguir no confundir el derecho a la información legítima con la horror-reality. En este punto, la ley parece caer en una generalización peligrosa. No distingue entre la libertad de informar y la voluntad explícita de hacer propaganda o de filmar el sufrimiento con el objetivo de divertirse y pasar "un buen rato". Por lo tanto, no tiene en cuenta la intención culpable del realizador de los vídeos, lo cual abre la puerta a una temible amalgama entre información e instrumentalización de los medios de comunicación. Por otra parte, las imágenes de tortura y asesinato producidas y difundidas por los islamistas, como los vídeos de happy slapping, no competen ni a la libertad de expresión ni a la libertad de información. Así pues, habría que reflexionar sobre los medios más apropiados de evitar que sigan siendo objeto de la codicia de espectadores cínicos o perversos.

Una censura sistemática aplicada a Internet sólo puede generar consecuencias peligrosas; cada vez que se invoca la censura, se corre el riesgo de atentar contra las propias bases de la democracia. Basta con pensar en lo que está pasando en China, donde la libertad de expresión y de información acaba de sufrir graves restricciones. En efecto, en su voluntad de apartar a los ciudadanos de fuentes de información que consideraba "subversivas", el Gobierno comunista de Pekín decidió en 2003 bloquear el acceso a los motores de búsqueda como Google o Altavista y proporcionar, para sustituirlos, un motor de búsqueda más conforme, a su modo de ver, con lo que está permitido, o prohibido, ver.

Pienso que el problema planteado por la "realidad-horror" no puede en ningún caso resolverse recurriendo a la censura. En un país democrático no puede haber ninguna censura previa, ni control arbitrario, ni presiones oficiales, ejercidas contra los participantes en procesos de comunicación o transmisión de contenidos. Lo que se plantea aquí es ante todo una cuestión de responsabilidad y de educación. En primer lugar, se plantea a los profesionales de la información, aunque sólo sea porque el propio acto de informar consiste en ayudar al público a descifrar este tipo de imágenes y explicarle que no tienen... ningún contenido de información; que pretenden alimentar la propaganda o deleitar placeres mórbidos.

Debemos repensar y reconstruir el dique que ayuda a contrarrestar la crueldad bárbara e impedir que la "realidad-horror" termine un día por compararse con el "derecho a saber".

La muerte como espectáculo, de Michela Marzano. Tusquets Editores. Colección dirigida por Josep Ramoneda. Precio: 11 euros.

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