_
_
_
_
Reportaje:RUTAS URBANAS

Jardines dignos de un museo

Río de Janeiro esconde las mejores joyas del paisajista brasileño Roberto Burle Marx

Bernardo Gutiérrez

La circunferencia rodea el agua. La arena abraza el líquido, palpitando en el corazón del verde. Y un brazo amarillo se descuelga del estanque, huyendo en diagonal hacia un mural azul. Cuando Roberto Burle Marx (1909-1994) dio forma al jardín del hospital Sul América (actual hospital da Lagoa) en Río de Janeiro, pocos repararon que se inspiraba en En torno al círculo, de Kandinsky. La hierba imitaba al óleo. El rastrillo al pincel. Burle Marx había completado el edificio de Oscar Niemeyer con un jardín que, esencialmente, era arte. Muchos años después (enero de 2009), ante los críticos de arte, el comisario Lauro Cavalcanti pronunciaría una frase que a Burle Marx le habría encantado escuchar: "Organizando plantas nativas según los principios estéticos de las vanguardias artísticas, especialmente el cubismo y el arte abstracto, creó una nueva gramática para el diseño de paisajes". Según Cavalcanti -encargado de la exposición Roberto Burle Marx 100 anos del Paço Imperial de Río de Janeiro-, Burle había elevado el paisajismo al nivel de la arquitectura o la pintura. En la muestra, algunas fotografías de sus jardines compartían pared con los cuadros de Burle o las alfombras que tejía con paciencia.

Burle Marx -que nunca estudió botánica oficialmente- luchó por una frase que convirtió en eslogan: "Los jardines devuelven a las personas el verde que la ciudad les robó". Él aplicó con intensidad su regla verde a Río de Janeiro. La ciudad maravillosa no sería la misma sin la obra de este hijo de un judío alemán. Burle hizo de Río su hogar, atelier y museo. Caminar por sus calles es un continuo tropezarse con el paisajista, en espacios tan emblemáticos como el Aterro do Flamengo (un parque sobre una playa que pocos turistas visitan, frente al Pão de Açucar), los jardines de la Lagoa Rodrigo de Freitas o el vergel trasero del Museo de Arte Moderno.

Carambolas vitales

¿Qué habría sido de Río de Janeiro si el padre de Burle Marx se hubiera quedado en São Paulo? ¿Y si Burle no hubiera pasado dos años (1928 y 1929) en Alemania, deambulando por el botánico de Berlín y por museos repletos de obras de Picasso, Matisse y Van Gogh? La vida/obra de Burle Marx, por qué Río fue su sede, fue una conjunción de carambolas. En Alemania se apasionó por la flora tropical que Brasil hasta entonces despreciaba y se enamoró de los movimientos artísticos de vanguardia. De regreso a Río, donde se matriculó en la Escuela de Bellas Artes, otra casualidad le conduciría hacia el paisajismo. Lucio Costa, el cerebro del plan urbanístico de Brasilia, se paraba cada día en el jardín de la familia Marx, en Leme, al extremo de la playa de Copacabana. La distribución de las plantas, creativa y sensible, cautivaron a Lucio. Un día, en 1932, ofreció al joven Roberto reformar el jardín de la mansión de la familia Schwartz en Copacabana. Burle aceptó. No sabía entonces que en 1970 reformaría para siempre la calzada de la mismísima playa de Copacabana con un mosaico de piedras de formas sinuosas. El joven Roberto no sospechaba que el mundo se rendiría a sus pies no por sus pinturas sino por los jardines que concebiría como lienzos.

La obra que catapultó a Burle fue la terraza del palacio Capanema, antiguo Ministerio de Educación (en cuyo proyecto participaron Oscar Niemeyer, Lucio Costa y Le Corbusier, como consultor). La diseñó en 1937 y cautivó al mundo con una estructura plagada de formas abstractas. La vanguardia artística entraba en la botánica.

Oasis de color verde

Burle fue extendiendo sus excavadoras con vocación de pinceles por el centro de Río. Cerca del palacio Capanema, donde los rascacielos fueron destruyendo el legado colonial, Burle diseñó decenas de oasis verdes. En 1938 creó la acogedora plaza de Salgado Filho (frente al aeropuerto Santos Dumont), el primer espacio donde se usaron sólo especies autóctonas.

Desde entonces, no paró. El verde creció entre el gris. Los cuadros/jardín de Burle siguen vivos, haciendo respirar a edificios como el Petrobras, el Banco Nacional de Desenvolvimiento Económico o la Estación Terminal del Bondinho (el tranvía). En la deliciosa plaza de Largo do Machado la conversación fluye bajo las palmeras. Verde-que-te-diseño-verde, sí, pero siempre que sirva para incentivar la convivencia humana en la urbe. Burle Marx conquistó el mundo. De Caracas a París, de Buenos Aires a Quito. El mismísimo Moma de Nueva York le dedicó en 1991 una retrospectiva. Pero el solicitado superstar fue recluyéndose cada vez más en un terreno que compró en Barra de Guaratiba, a unos kilómetros de Río. El Sitio Burle Marx, con 365.000 metros cuadrados y 3.500 especies de plantas, es uno de los secretos mejor guardados de Río. Plantas cabalgando sobre líneas oblicuas, perpendiculares, paralelas. Bloques de vegetación que, con la perspectiva del genio, se convierten en arte.

El viajero puede imaginarse a Burle Marx ordenando la naturaleza, entre troncos de pau ferro, flores de jade y plantas de cacao. Paseando por el sombral -verde dentro de sombras- podemos llegar a imaginarnos a aquel Burle Marx que al final de su vida estaba casi ciego. Como un Beethoven de la botánica, Burle pasó sus últimos días pintando el lienzo infinito y mutante de la naturaleza. En la que fue su habitación -humilde, sencilla- vemos sus zapatos debajo de la cama, como si fuese a regresar en cualquier momento. Escuchando el murmullo del agua que Burle planeó para redondear el efecto sedante de su vergel, la música natural que cautivaba a visitantes como Tom Jobim, acabamos de entender una frase de su descubridor Lucio Costa: "Roberto Burle Marx es un músico del cual los acentos se perciben por otro sentido: la vista".

Diez imprescindibles huellas verdes

01 Sitio Burle Marx

(carretera de la Barra de Guaratiba, 2.019. Guaratiba-Río de Janeiro). El jardín cumbre de toda la carrera de Burle.

02 Calzada Copacabana (avenida Atlántica, Río de Janeiro). El célebre mosaico es uno de los emblemas de Río de Janeiro.

03 Parque Brigadeiro Eduardo Gomes Aterro do Flamengo (playa de Flamengo, Río de Janeiro). Un pulmón verde a la vera del mar con vistas sensacionales.

04 Terraza del palacio Capanema (Rua da Imprensa, 16, Río de Janeiro). La distribución de la terraza continúa siendo rompedora.

05 Paisajismo de la Lagoa Rodrigo de Freitas (Lagoa, Río de Janeiro). Verdadero parque recreativo para la ciudad.

06 Praça Euclides da Cunha (Recife, Estado de Pernambuco). En el centro histórico.

07 Paisajismo del Eixo Monumental (Brasilia). La huella de Burle en la avenida más ancha del mundo.

08 Palacio Karnak (Teresina, Estado de Piaui). Con una fachada inspirada en un templo egipcio.

09 Casino de Pampulha (Belo Horizonte, Minas Gerais). En el complejo proyectado por Niemeyer.

10 Jardim das esculturas (parque do Ibirapuera; avenida de Pedro Álvares Cabral, s/n, São Paulo).

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_