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Columna
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Humanos

Andoni Zubizarreta

Al final, va a resultar que todos los superhéroes futboleros van a ser humanos, mortales, gente que se equivoca y falla. Vamos, como cualquiera de nosotros. Bueno, con una sustancial diferencia: sus errores los sabemos y conocemos todos; los nuestros, los de los ciudadanos anónimos, quedan en la intimidad de nuestro hogar, nuestra oficina, nuestro grupo de amigos.

Al final, va a resultar que el implacable FC Barcelona es de carne y hueso. Si quieren una muestra definitiva, observen la cara de Keita cuando se levanta del suelo, ya lesionado, ya seguro de que aquel pinchazo que había sentido en el minuto 1 de partido le iba a dejar unas cuantas semanas en el dique seco. Dice Guardiola que Keita es una persona que se merece todo lo bueno que le pueda pasar; dice que es un tipo comprometido consigo mismo, con el equipo y con el juego. Tal vez por eso la cara de dolor del de Malí era de mayor dolor, ya que sabía que dejaba el terreno de juego el día en el que no se podía faltar a la refriega.

Los que lograron la gesta de derrotar al hasta el domingo invicto Barça estaban hace unas semanas en la picota

Fíjense si, al final, los superhéroes van a ser humanos, que los que lograron la gesta de derrotar al hasta el domingo invicto Barça, fueron unos jugadores que hace escasas semanas estaban en la picota, una plantilla bajo sospecha a lo largo de toda la temporada y que, tras lograr la clasificación para la final de la Copa, parecía liberada de todos sus fantasmas, aquéllos que habían convertido a jugadores estupendos como Forlán, Agüero o Reyes, por citar una muestra del vestuario del Atlético, en la sombra de su propia sombra. Y allí estaban todos ellos juntos, como un equipo, como un solo jugador, mirándole a los ojos al supercampeón, retándole a sacar lo mejor de sí mismo para lograr la victoria. Tomaremos a los rojiblancos como estampa para superar esta crisis que nos desborda en la convicción de que no hay infierno que cien años dure aunque sea colchonero.

El caso es que el Barça perdió su primer encuentro sin ninguna excusa que poner a pesar de que se pudo esconder tras todo un amplio catálogo de peros y esto, en un mundo como éste del fútbol, en el que quien más quien menos, sea en Primera o en Regional Preferente, tiene en la punta de la lengua un argumento para justificar la derrota que casi nunca suele llegar porque el rival ha sido, simplemente, mejor que nosotros, esto, les decía, también es una forma de jugar los partidos, ya que no terminan cuando el árbitro pita el final, sino cuando decidimos olvidarnos del último jugado para centrarnos en el nuevo reto.

Y, al final, como todo ser humano que se precie de serlo, al Barça le toca hacer valer esa idea de que no es importante las veces que caigas, sino las que seas capaz de levantarte para volver a la contienda. Esto, que siempre es un buen eslogan, también es una de aquellas tareas en las que, por mucho empeño que pongas, uno no sabe si, al final, es mejor olvidarse de todo, activar el reset mental, disfrutar de 48 horas de fiesta y volver a empezar o, por el contrario, cerrar filas, reunirse en el vestuario para lamerse las heridas, conjurarse y, regodeándose en el dolor sufrido, renovarse para volver a ser invencible.

Para ello suele venir bien comenzar aceptando que uno es humano y, por tanto, no está libre del error, de la derrota, del resultado adverso, todo eso de lo que el Barça ha vivido lejos en estos últimos meses a base de trabajo, planificación y talento. Y aceptarlo todo con una sonrisa.

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