Ideología frente a geología
La apuesta de Repsol por Venezuela supone tantos riesgos como ventajas
Repsol y Chevron están desafiando a la Venezuela de Hugo Chávez. Su éxito con el acuerdo para crear una empresa conjunta con la empresa estatal Petróleos de Venezuela, SA, para el desarrollo petrolífero demuestra que están dispuestos a asumir riesgos políticos a fin de aumentar sus reservas. Los regímenes como el de Chávez podrían cambiar las normas o expropiar más tarde los proyectos. La alternativa, el desarrollo de reservas con un coste más elevado en zonas más seguras, presenta unos riesgos más equilibrados.
Por ejemplo, en 2007 Chávez cambió unilateralmente los términos de los contratos petrolíferos existentes, lo que provocó que Exxon Mobil y ConocoPhillips abandonaran el país y cancelaran unas inversiones de 2.300 y 4.500 millones de dólares, respectivamente.
Chevron se quedó y ahora ha obtenido una participación del 34% en uno de los primeros proyectos petrolíferos venezolanos con participación extranjera en una década. Sin embargo, el proyecto exige que Chevron desembolse 500 millones de dólares en concepto de tasas por firmar el acuerdo, 1.000 millones de dólares para financiar a PDVSA y unos 5.100 millones de dólares correspondientes a su cuota de los gastos de desarrollo. Es una gran cantidad de dinero para apostar por que Chávez juegue limpio, especialmente porque los conflictos políticos con Estados Unidos surgen con regularidad.
La estructura del consorcio para el otro proyecto que se ha concedido esta semana es más seguro en lo que a los números se refiere, con la significativa participación de la empresa española Repsol y de empresas malaisias e indias. Es poco probable que Chávez quiera granjearse la antipatía de los tres países de manera simultánea. Aun así, la historia demuestra que las inversiones en Venezuela todavía entrañan un elevado nivel de riesgo.
Esto se ve atenuado hasta cierto punto por el hecho de que unos proyectos como esos en Venezuela tienen unos costes más bajos que unos proyectos técnicamente más difíciles en lugares con unos derechos de la propiedad más fiables. Es más, las empresas de recursos probablemente deberían inclinarse por las operaciones con un riesgo geológico y con un coste elevado en detrimento de aquellas que impliquen un riesgo político.
Si los precios del petróleo y de otras materias primas son bajos, los proyectos de elevado coste se pueden aparcar de manera relativamente barata hasta que los precios se recuperen, mientras que los proyectos políticamente arriesgados producen pocos beneficios. Por el contrario, si los precios son altos, es probable que los proyectos de elevado coste se conviertan en un filón sin el riesgo de una intervención del Gobierno (mientras que los proyectos como los de Venezuela se hallan sometidos a los caprichos de los expropiadores en serie que ocupan el poder).
Naturalmente, las empresas como Repsol y Chevron se enfrentan a algo más que a una sencilla decisión de "uno u otro" sobre dónde invertir. El peligro, sin embargo, es que, al intentar acertadamente de reducir el coste total de cada uno de los barriles de petróleo que producen, subestimen el riesgo de confiar en el improbable buen comportamiento de los que son como Chávez.
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