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Fuga de la cárcel de Sevilla-1

La alarma de la prisión no funcionaba por el lugar donde huyeron los presos

Los internos saltaron el muro por los 150 metros con el dispositivo desconectado

Javier Martín-Arroyo

El lugar exacto por donde se escaparon los dos internos de la prisión Sevilla-1 la semana pasada estaba en el tramo de 150 metros de muro que tenía la alarma apagada la noche de la fuga. El perímetro del muro exterior es de alrededor de un kilómetro, pero los presos huyeron por el único trecho donde los sensores volumétricos estaban desconectados. La Guardia Civil custodia la seguridad del muro exterior de la cárcel desde el cuerpo de guardia. Cuando al día siguiente de la fuga los inspectores de Instituciones Penitenciarias revisaron los protocolos de seguridad, comprobaron que el dispositivo no había dado aviso durante toda la noche. Entonces conectaron la alarma y comprobaron sorprendidos que funcionaba. Sencillamente estaba desconectada.

Al día siguiente, un inspector conectó la alarma y comprobó que funcionaba
La Guardia Civil supervisa el muro desde un control de sensores y cámaras
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La valla metálica que coincide con el muro sirvió a los presos para sortear los cinco metros de pared de ladrillos, y sobre el alambre de espino que corona el muro abandonaron sus chaquetas. Poco antes de esta escalada sobre el muro deberían haber saltado los sensores volumétricos que se activan por la presencia de seres humanos. Pero no lo hicieron porque estaban desconectados. La Guardia Civil supervisa la alarma desde un habitáculo que cuenta con un sistema de control de los sensores y las cámaras. Además de la vigilancia con agentes desde las torres de control, un coche con dos agentes patrulla permanentemente alrededor del perímetro. Hasta una revisión en la celda a las 8.00 del día siguiente nadie, ningún agente o funcionario se percató de la huida.

Instituciones Penitenciarias ha remitido las conclusiones preliminares de la investigación a la Dirección General de la Guardia Civil "para que adopte las medidas que considere oportunas". Al margen de este informe de los inspectores, la Guardia Civil ha realizado su propio atestado de la huida, que ha sido enviado al juzgado sevillano que instruye la evasión. Un portavoz de la Guardia Civil rechazó ayer hacer una valoración de los fallos en la seguridad del perímetro.

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Tras la sorprendente fuga, Instituciones Penitenciarias ha despedido al subdirector de seguridad de la prisión. "Es el responsable directo de velar por el cumplimiento de los procedimientos y de la supervisión y verificación de los sistemas de seguridad", argumentó el organismo en las conclusiones preliminares de la investigación abierta. Asimismo, Instituciones Penitenciarias ha abierto expediente a los dos funcionarios y al jefe de servicio responsables de la vigilancia del módulo 7 desde donde huyeron los internos.

Los sindicatos protestaron ante las medidas adoptadas por la dirección general. "Es una cacicada más para desviar la atención. Sin los medios de seguridad adecuados y la carencia de cámaras en funcionamiento la fuga no podía haberse evitado", manifestó un portavoz del sindicato Acaip. Los sindicatos critican que el Ministerio del Interior realiza una política "de escaparate" y descuida las inversiones en seguridad, tan necesarias en una prisión creada en 1989.

El informe de los cuatro inspectores sobre la fuga determina que la evasión "se produjo en buena parte por una secuencia de fallos humanos, y una cierta dejadez en la revisión de los sistemas de seguridad". Mientras, la Asociación Unificada de Guardias Civiles recordó que la garita más cercana al lugar por donde huyeron los presos está a 400 metros de distancia y sus cristales no se limpian por el exterior desde hace una década.

El hecho de que los sensores volumétricos estuvieran desconectados en el tramo junto a la principal entrada de la cárcel por donde huyeron los presos, se une a un "conjunto de despropósitos", según fuentes de la prisión. Un anónimo alertó a la dirección del penal el pasado septiembre de que el Rafi planeaba fugarse. Se dictó una orden "de especial seguimiento" con el frecuente cambio de celdas, el incremento de las rondas y los cacheos. En uno de ellos se le incautó un teléfono móvil días antes de su huida. Pero nada pudo evitar su fuga.

Una evasión fácil por los errores técnicos y humanos

La sucesión de fallos técnicos y humanos que ocurrieron la noche del 4 de febrero en la prisión sevillana hace que el relato de la fuga parezca inverosímil. Además de la alarma desconectada en el tramo por donde huyeron los reclusos, tres de las 24 cámaras no funcionaron durante esa madrugada. Fuentes de la prisión matizan que ninguna de las cámaras inactivas esa noche abarcaba el recorrido trazado por los presos en su huida, pero lo cierto es que ambos pudieron eludir la cámara instalada en el punto exacto del muro por donde huyeron.

Tras romper unos ladrillos de la pared de la celda, el compañero del Rafi logró huir por el hueco entre celda y celda donde está el registro de fontanería y electricidad. Salió al pasillo de la galería en la planta baja y con un barrote del somier forzó la puerta de la celda para que el delincuente cordobés pudiera salir al pasillo. Juntos se dirigieron al final del pasillo, donde forzaron los barrotes de "hierro dulce" de una ventana del módulo que da al exterior. En su huida los internos abandonaron parte de la estructura del somier junto a la ventana, pero ninguno de los tres funcionarios responsables de la seguridad del módulo se percató en sus rondas nocturnas de los restos del somier abandonados. Tampoco de que la puerta de la celda había sido forzada.

Los reclusos tuvieron tiempo de completar su huida y atravesaron la cárcel por sus tejados y patios sin ser vistos por los funcionarios y guardias, y sin que ningún sensor volumétrico se activara, pese a que antes de escapar por un punto muy cercano a la entrada principal habían intentado huir por otra zona cercana al campo de fútbol. La lluvia contribuyó a que sus pasos y maniobras no fueran oídos. La voz de alarma sólo se dio a las 8.00 del día siguiente, cuando los reclusos serían ya inalcanzables.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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