Una inversión con 12 años
Los menores 'ilegales' llegan más jóvenes para recibir educación y papeles
La tormenta de cifras referente a menores extranjeros no acompañados (menas, según la terminología usada por las distintas administraciones) que llegan a Andalucía en patera o en los bajos de algún camión se cree que ha amainado, pero no es así. El flujo de menores sin papeles que arriban a las costas andaluzas sigue siendo muy alto; se calcula que no menos de 10 entran clandestinamente cada día. Es cierto que en los centros de acogida de la Junta ingresaron un 9% menos en 2009 (1.099 menores frente a los 1.208 que lo hicieron el año 2008). Sin embargo, fueron un 13% más los que se quedaron el año pasado (929 frente a los 900 que lo hicieron en 2008). Y esto es así porque el perfil de los menas ha cambiado: ahora son más pequeños, apenas tienen 12 años; y saben a qué vienen: a quedarse.
Los 'menas' son el proyecto de futuro de quienes esperan su regreso triunfante
La Junta prepara monitores para disuadir 'in situ' a las familias
Sólo por los puertos de Algeciras y Tarifa pasaron a España más de 300 menas en el último trimestre. La directora general de Infancia y Familia de la Junta, Carmen Belinchón, lo confirma. "Andalucía ha dejado de ser tierra de tránsito para convertirse en lugar de destino", concluye.
Es decir, siguen llegando menores ilegalmente y nadie sabe cómo atajarlo. Ahora entran de otra forma; ya no lo hacen en patera, ni bajo la protección de las mafias. Ahora entran por los puertos. En los maleteros de los coches, ocultos entre fardos y enseres o "con la ayuda de algún primo". Y esto se cree que es así porque de los 1.099 menas detectados en Andalucía en 2009, un 49% (495) fueron acogidos en los centros de Cádiz; la mayoría había entrado por el puerto de Algeciras. En Almería se acogieron 182 y en Málaga 136; tres provincias costeras, también con muchos puertos.
"Vienen a quedarse", insiste Belinchón. Y traen un solo objetivo: conseguir "papeles" y un trabajo. Ya no les importa tener que pasar en los centros de acogida algunos años hasta alcanzar la mayoría de edad; representan el proyecto familiar más ambicioso y el futuro de quienes aguardan que vuelvan triunfantes.
Así las cosas, y con las dificultades que entraña la reagrupación familiar, las administraciones públicas han optado por cambiar de política. Últimamente se trabaja con miras a que estos menores, cuando lleguen a la mayoría de edad, sean referente y elemento disuasorio en sus pueblos de origen. Porque la repatriación -obligación que exige la ley siempre que las condiciones para una reagrupación familiar efectiva sean óptimas- no está siendo nada fácil; especialmente a Marruecos que representa el 77% de los menas. Al contrario, el país magrebí no acepta fácilmente esa reagrupación, a la que continuamente pone trabas que hacen que la resolución de los expedientes se demore durante años. También desde aquí se contribuye a ello. El Estado español tiene una legislación sobre menores que, para resolver estos expedientes, se precisa de la intervención de al menos tres secretarías de Estado, una subsecretaría, la delegación del Gobierno de la zona y la intervención de dos consejerías al menos de la comunidad autónoma correspondiente.
Mientras los expedientes de reagrupación se resuelven, los llamados menas reciben la misma educación que cualquier otro menor que esté bajo tutela de la Junta. Como complemento, la Administración andaluza prepara monitores y educadores sociales, españoles y del país magrebí, para que en aquellos pueblos en los que se detecta una mayor emigración infantil, expliquen a las familias que no tiene sentido arriesgar la vida de sus hijos. Y es que, reconoce Belinchón, "hoy ya hemos entendido que reagrupación familiar es también evitar que estos menores se vengan".
Con este planteamiento, Andalucía ha propuesto a Marruecos la creación de seis centros de acogida en el norte del país magrebí, bien para formar a los menores que acepten regresar, bien para disuadir a aquellos que estén dispuestos a formarse antes de intentar dar el salto hasta aquí. "Porque... Que vengan inmigrantes, sí. Pero cuando sean adultos y con su contrato de trabajo", concluye Belinchón.
"La clave está en tener una meta"
Youssef El Mayer acababa de cumplir 15 años en una aldea aledaña a Marraquech cuando le dijo a su madre, viuda, que se venía a España a trabajar. Él era el único hombre de la casa y la responsabilidad le pesaba. Así que tomó un autobús y se plantó en Tánger. Durante tres meses merodeó por el puerto "tratando de aprender a pasar", dice, pero el miedo le podía siempre; su madre le convenció entonces para que regresara. Pero la mísera vida que llevaba en el pueblo le impulsó a intentarlo otra vez.
Volvió a Tánger y ahora sí, pronto estuvo instalado en los bajos de un camión. Cuarenta y ocho horas aguantó Youssef sin moverse; hasta que, ya en Algeciras, puso pie en tierra y se sintió libre. Pero no tenía nada que hacer ni a dónde ir. "Yo venía a trabajar para ayudar a mi familia". Lo detuvo la policía y a ahí empezó su periplo por distintos centros de menores donde ha ido aprendiendo a vivir y a trabajar. Ahora tiene DNI español, 21 años y experiencia en jardinería, algo de ceramista, manipulación de alimentos, algo de informática... Lleva un mes en paro. "Pero Youssef siempre encontrará trabajo porque es trabajador y buena persona", dice Antonio Moreno, pedagogo y director en la Fundación Diagrama del programa Labora de la Junta.
Moreno coordina una red que ayuda cada año a más de 1.500 jóvenes, españoles y extranjeros. "Cuando cumplen 18 años y dejan los centros de menores tienen miedo y muchas dudas. Nosotros siempre estamos ahí. Les ayudamos, desde a abrir una cuenta bancaria, a buscar trabajo o a pagar el alquiler del piso si se quedan sin empleo", explica.
Youssef se siente orgulloso de sus logros. "La clave está en tener una meta. Así lo consigues todo". Ya ha ido tres veces a su pueblo. "Y siempre les digo lo mismo: que no vengan que hay crisis, que se pasa muy mal... Pero los chicos de por allí quieren venir".
Como la biografía de Youssef es la de Estefanía Moreno, aunque ella es española. La mayor de 6 hermanos en una familia conflictiva, a los 9 años entró por vez primera en un centro de protección. Luego estuvo fuera un par de años, volvió a entrar y ahí se quedó hasta cumplir los 18. Estefanía, ya con 20 años, ha rehecho su vida: ahora trabaja, tiene pareja y un hijo.
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