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Reportaje:

595, inventario oficial de fosas

La Junta concluye el mapa de las tumbas sin nombre del franquismo y la guerra. -Los historiadores no se atreven a aventurar el número de cadáveres de las fosas

595 es el número oficial de las fosas comunes de la Guerra Civil y la dictadura en Andalucía. Cinco años después de iniciarse los trabajos, la comisión de las universidades a la que la Junta encomendó la validación del inventario de las tumbas sin nombre esparcidas por el franquismo ha dado por concluido el estudio. Aunque una investigación histórica nunca puede considerarse cerrada (siempre es susceptible de sumar nuevos descubrimientos), el presidente de la comisión que engloba a las nueve universidades andaluzas, el catedrático Fernando Martínez López, certificó a finales del año pasado (22 de diciembre), el valor científico de este inmenso plano del horror de los represaliados, dibujado en cada provincia por las asociaciones de la memoria histórica, con las que la Consejería de Justicia había conveniado.

La mayoría de las fosas están en los cementerios y varias bajo otras tumbas
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Con el mapa de fosas, en la actualidad en fase de localización detallada (coordenadas cartográficas) a cargo del Instituto Andaluz de Patrimonio, se cumple uno de los preceptos de la Ley de Memoria Histórica que, si bien fue aprobada en diciembre de 2007, hasta ahora ha sido un goteo lento de pequeñas acciones desperdigadas, aisladas, sueltas. La Asociación de la Memoria Guerra y Exilio ha investigado y recopilado los datos de las provincias de Almería, Jaén y Málaga; la Asociación Andaluza Memoria Histórica y Justicia, Cádiz, Huelva y Sevilla; el Foro Ciudadano para la Recuperación de la Memoria Histórica, Córdoba; y la Asociación Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica, Granada.La junta de coordinadores de las universidades andaluzas, nombre completo de la comisión de historiadores que ha visado los proyectos, recomendó unos parámetros para uniformar el futuro mapa. De esta forma, cada una de las ocho provincias incluye a su vez otro mapa con todos los municipios, una memoria de la represión pueblo a pueblo -cómo entraron las tropas, qué hicieron, cómo se fraguaron las detenciones y fusilamientos-, la ubicación de las fosas (fotos y coordenadas), el listado de los nombres de los muertos (en algunos casos), testimonios, documentación en archivos y las bibliografías.

"Muchos informes son muy completos y recogen detalladamente quienes murieron, pero no los que están en las fosas, para saberlo tendrían que abrirse", explica Fernando Martínez López, catedrático de Historia Contemporánea de Almería, quien ni siquiera se atreve a aventurar una aproximación. Las fuentes orales son muy valiosas, sin embargo, con los años la percepción va cambiando, lo mismo a la hora de contar los que cayeron como a la de localizar sus improvisadas tumbas. Esta es la razón de que la cifra de fosas comunes que apuntaron en principio las asociaciones -648 dijeron en 2007 y luego 630- haya ido decreciendo hasta el número exacto de 595, si bien podrían ser una menos si se descarta una dudosa en Berja (Almería). También otro matiz. "Se tiende a confundir los enterramientos con las fosas. Los primeros tienen nombre y están identificados, aunque sus moradores fueran asesinados, las segundas contienen cuerpos anónimos apilados de cualquier manera", explica Martínez López.

El historiador se detiene, no obstante, en el número general de víctimas (48.480) que, como no está completo, se trabaja con la proyección de que superará las 50.000. Los ejecutados en zona republicana fueron 8.143.

Bucear en la investigación de las fosas es adentrarse en miles de historias (tantas como vidas segadas) que se entrecruzan hasta componer un trágico enrejado de dolor y desconsuelo. Como la de Encarnita Magaña, fusilada en 1942 con tan sólo 20 años. Martínez López cuenta que su cadáver recibió el caballeroso privilegio de ser arrojado el último a una zanja en la que se amontonaban siete hombres para que una mujer no estuviera debajo de tantos cuerpos masculinos. Una galantería póstuma cargada de sarcasmo si se tiene en cuenta la futilidad de su delito: participar en la distribución del llamado parte inglés, noticiero de la BBC que informaba de la Segunda Guerra Mundial. Sobre la cavidad en la que fueron enterrados la joven y sus siete compañeros, en el cementerio de Almería, se construyeron después nichos, y sus restos quedaron allí, inaccesibles, sin otra distinción que el recuerdo de la matanza y ahora el relato de los historiadores.

Este destino lo comparten otras muchas fosas ubicadas en cementerios (la mayoría). Es el caso de La Puebla de Cazalla (Sevilla), donde la exhumación se interrumpió y está incompleta al descubrirse que encima de más de la mitad de los cadáveres se han levantado nichos y osarios.

La Junta ha iniciado ya el protocolo de exhumación de las 17 mujeres de Guillena (Sevilla), expuestas a la vergüenza pública de desfilar rapadas y bajo los humillantes efectos del aceite de ricino. Eran las esposas de miembros de la CNT huidos a los que las tropas rebeldes no pudieron detener, y en su lugar ellas sufrieron el infortunio reservado a sus maridos: las montaron en un camión, las condujeron a la vecina Gerena y las mataron. Están enterradas allí, se cree que en el cementerio. En una primera fase se harán catas arqueológicas para saber si hay nichos encima.

Juan Gallo, comisario para la Recuperación de la Memoria Histórica, incide en la importancia de tantear antes de montar la excavación. En la mente de todos está lo ocurrido con la fosa de Federico García Lorca: aunque la investigación histórica señaló un lugar allí nunca se enterró a nadie.

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