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CHAMPÁN Y ROCK EUROPEO
Columna
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De nuevo el capital

Estoy lejos de ser un marxista, pero he de reconocer que, en muchos aspectos de la vida, Marx acaba siempre teniendo razón en sus análisis. Digo en sus análisis, ojo, no en las soluciones que proponía a partir de ellos.

En la música existe una fuerza de trabajo que son los músicos y existen unos medios de producción representados por industrias diversas: la discográfica, la del espectáculo, la de telecomunicaciones, etcétera. Se ha entablado una guerra comercial entre ellas debido al cambio tecnológico y el que recibe es el artista, que está en medio, atrapado como el embutido de un gigantesco sándwich.

Un ejemplo de todo ello es la deliberada confusión que han difundido algunos interesados entre cultura libre y cultura gratis. Se ha guiado a muchos consumidores hacia la idea de que, pirateando, luchan contra las terribles y vampíricas multinacionales del disco, de grandes beneficios y poder omnímodo. Los profesionales sabemos, sin embargo, que las multinacionales discográficas ya hace tiempo que van de capa caída. Su poder se ha desplazado a las operadoras de telefonía e Internet, las verdaderas multinacionales omnímodas de nuestro momento. Ustedes notarán perfectamente ese poder sólo por el trato que reciben de ellas en caso de reclamación. Observen que estas coquetas campañas que piden cultura e información gratis, y que nunca sabemos quién las financia, jamás hablan de pedirle lo mismo a las operadoras, cosa que sería legítima y no tan difícil. Existen ya los medios para identificar en la banda ancha qué contenidos pertenecen a cuestiones culturales. Podrían no cobrarnos ese tráfico, ¿verdad? Si nos copiamos un disco inencontrable y descatalogado, le estamos haciendo un servicio a la difusión de su autor, pero si nos copiamos un disco de ese mismo autor a la venta y a nuestro alcance, le estamos robando e íntimamente lo sabemos por muchas justificaciones intelectuales que nos inventemos para nuestra comodidad. Un uso responsable de la copia es por tanto posible. El peligro de una izquierda romántica y no ilustrada (no basada en datos, sino en proclamas panfletarias) es que termine haciéndole el juego al capital. En los tiempos de la sociedad global de los medios de comunicación y la propaganda, en que una mentira es escuchada como una verdad sólo a base de repetirla muchas veces, hay que interrogarse sobre si la información que se recibe es fiable y contrastada. Una izquierda romántica, populista y demagógica, fácilmente manipulable, es el peor peligro para la propia izquierda.

Si quieren un dato interesante, han salido ya las cifras de lo recaudado por el tan denostado canon el año pasado. Resulta que son 83 millones de euros. Se repartirán entre los autores de diversos medios que, como pueden imaginarse, en un país de 40 millones de habitantes como el nuestro, son bastantes más de 100.000 personas. Ahora hemos de preguntarnos: ¿por qué la opaca plataforma anticanon del año pasado aseguraba que esos beneficios iban a ser de 1.200 millones? Entre 1.200 y 83 hay una diferencia notable, sobre todo hablando de millones. ¿A quién querían encrespar con esas cifras? ¿Con qué objetivo? ¿Quién tiene en verdad beneficios de miles de millones actualmente? Sean sagaces y reflexionen un poco antes de hacerle el juego al capitalismo puro y duro.

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