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Columna
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Exótico líder

Querer estar siempre en el candelero tiene sus riesgos. En política, como en cualquier otra manifestación teatral, la sobreactuación suele llevar al ridículo. Algo de eso ha pasado con el último show del extraño dúo que conforman Rita Barberá y Francisco Camps, por un lado, y con la penúltima cantada de Jorge Alarte, el exótico líder de los socialistas valencianos, por el otro. El sábado, por segunda vez en escasas semanas, Camps celebraba un pleno extraordinario, para arremeter contra Zapatero a propósito de la paralización de la destroza que Derribos Barberá lleva a cabo en El Cabanyal. Camps está atenazado por el caso Gürtel. Los empresarios están hasta el gorro de su falta de liderazgo en una comunidad autónoma que es la que más paro ha generado en 2009. Además, como comentaba el otro día en un corrillo un alto dirigente portuario, "Rita está de los nervios". Aún no ha podido digerir que el Gobierno declare su plan un expolio. En ese microclima, hasta al avispado Rafael Blasco se le ha calentado la olla. Blasco ha calificado el recurso del Gobierno contra el decretazo de Camps como "el mayor ataque a los valencianos desde que Felipe V abolió Els Furs". El símil tiene su gracia. Si seguimos la analogía ¿qué papel desempeñaría Camps? ¿el de Carlos II de España, el Hechizado, el último rey de la Casa de Austria? Vaya papelón. Lo que sí está claro es el personaje que interpreta en este sainete historicista el propio autor de la obra. Rafael Blasco es sin duda el valido, esa figura de la decadencia imperial en la que los últimos Austrias depositaban toda su confianza para las cuestiones terrenales. Porque de las cuestiones espirituales se ocupaba el confesor real, papel que se disputarían el cardenal García Gasco y el vicepresidente Juan Cotino. ¿Y qué personaje le correspondería a Barberá? ¿El de la madre del rey pasmado, la reina y regente Mariana de Austria? ¿O el de sor Úrsula Micaela Morata, la monja alicantina que asesoraba al Hechizado? Blasco es muy hábil escribiendo papeles políticos, pero no se puede matar moscas a cañonazos: una metáfora es una escopeta de cazar ideas que, a veces, carga el diablo.

Del ridículo de Camps y Barberá a lo grotesco de Alarte hay poca distancia. El sábado los suyos filtraban a los medios la increíble historieta de que durante la reunión del comité federal del PSOE mantuvo una línea de autonomía frente a las directrices de Ferraz y la Moncloa, recordándole a Zapatero que el PSPV le dio un millón de votos en las generales. Y mientras el domingo muchos militantes y dirigentes de su partido se manifestaban junto a miles de ciudadanos por las calles de El Cabanyal, Alarte tuvo la feliz ocurrencia de viajar a las comarcas del norte. Así, en Vinaròs participó en la conmemoración de la llegada de la reliquia de San Sebastián a la ciudad, en un acto en el que tuvo ocasión de departir con un cardenal jubilado. El evento que le llevó a Benicarló no fue de menor enjundia. Allí Alarte participó en la fiesta de la alcachofa. Ambos temas ocupaban ayer los lugares principales de la página web del PSPV-PSOE. Falta por saber cuándo acudirá a la fiesta del membrillo.

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