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Columna
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El presidente menguado

Desde su fundación, hace 20 años, Fitur, la Feria Internacional de Turismo, ha sido una cita jubilosa y masiva para la crema de los políticos que acude sin recato y en manada a Madrid para gozar unos días de vino y de rosas a cargo del erario por mor de la promoción turística. Pero la crisis económica, que también está vapuleando a nuestro sector líder, ha obligado a moderar el boato y la comparecencia, con el agravante de que los primeros espadas del gobierno autonómico no pueden compensar estos recortes presupuestarios prodigándose en el certamen para atizar con su jovialidad y discurso el universo mediático y las clientelas potenciales.

No al menos este año que se prefigura como el pasado, con un presidente de la Generalitat que anda de tapadillo y huidizo, no solo de la prensa sino de cuanto supone actividad o confrontación pública, como los foros de su propio partido a los que no asiste aduciendo livianos pretextos. Es el estigma y legado del desgraciado caso Gürtel que arruinó su pimpante imagen de ganador, que a buen seguro se agrava cuando, como en esta feria, coincide con la sombra alargada y turbadora de Carlos Fabra, el gran cacique de Castellón con sus numerosas y ya rancias corruptelas. Ambos saben que constituyen un buen bocado para los periodistas, a pesar de que casi nunca dan respuestas a las insidiosas preguntas que por sí mismas las conllevan por el mero hecho de ser formuladas. El de la Plana, por descaro u oficio, aguanta el tipo con soltura o apariencia. El molt honorable, en cambio, sufre y empalidece cual condenado en el potro de tortura.

No ha de extrañarnos que el jefe del Consell haya pasado por la feria como alma en pena y en fuga, camino de Bruselas, que supone plaza neutral, libre de impertinencias, aunque nunca se sabe, porque en Madrid, al decir de los cronistas, le asaltó una señora facha y devota suya que, con tal de zaherir al presidente Rodríguez Zapatero, evocó en mala hora ese trapicheo de trajes que ha dilapidado la carrera de Camps. Trances como éste, además del acoso mediático y de las asechanzas judiciales que le apremian, constituyen un cilicio que sin duda le hará desear -y evocar resignadamente- que le pase pronto este amargo cáliz. En realidad, todo el tiempo que le resta al frente del gobierno no ha de ser para él más que un proceso abrasivo, y clama al cielo que de tal ventaja no obtenga por ahora provecho alguno los partidos y candidatos que se proclaman como alternativa.

Tenemos, pues, un presidente menguado que rehuye como es evidente dar la cara ante los medios de comunicación autonómicos o foráneos, excepción hecha de los que le son dóciles, y muy especialmente su televisión doméstica, RTVV, servil hasta el vómito. Pero es que, además, también dosifica y elude cuanto puede comparecer en las Cortes, donde ha tiempo que se ve rebasado por la dialéctica y a menudo brillantez de los síndicos y síndicas de la oposición, beneficiarios unos y otras, todo hay que decirlo, de la indigencia retórica del grupo mayoritario del PP. Sólo le faltaba a éste tener que cubrir o disimular el vacío de un líder vulnerable como ninguno de cuantos le han precedido y con los pies de barro o en polvorosa, pues el escaqueo es el juego que mejor practica últimamente.

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