República naranjera
El término "banana republic" designaba a los pequeños países de Centroamérica en los que el capitalismo yanqui de la United Fruit Company había instalado monocultivos de banano y mangoneaba gobiernos afectos a su placer. Por extensión se llama así a todos aquellos países, de cualquier signo político, en los que se toman decisiones arbitrarias que sólo benefician a la oligarquía dominante. Tan república bananera es un país que devalúa su moneda a la mitad y, ante la inevitable subida de los precios, envía al ejército a los supermercados, como un país que pretende amortizar la deuda generada por las decisiones erróneas de sus gobernantes echando mano de la caja de los pensionistas. No se dejen cegar por el etnocentrismo: en nuestra cultivada Europa también hay repúblicas bananeras, países que manipulan las estadísticas para disfrazar la deuda y otros que se niegan a pagar a sus acreedores. Incluso hay alguno que regalaba 400 euros y un par de bombillas a cada ciudadano, más o menos como los rollos que el pasado fin de semana daban por San Antonio en muchos pueblos de la Comunidad Valenciana. Lo que no habíamos visto hasta ahora es que se cambiase el consejo de administración de una entidad bancaria por venganza. No sé si los socialistas quieren meter en la cárcel a nuestro presidente, lo que sí sé es que impedirles ocupar vicepresidencias de Bancaja -por mucho que le asista el reglamento- es una rabieta contraproducente. Más le valdría ponerlos de ninots y quemarlos en la falla más próxima a la sede de Blanquerías.
Bastante desgracia es tener que aguantar esa institución franquista de las cajas de ahorros, en las que los políticos ocupan cargos de decisión económica que no afectan al presupuesto sino al dinero que ahorramos los ciudadanos (!), como para permitirnos encima una cosa así. Los impositores, aunque con la mosca detrás de la oreja, siempre supusimos que el equilibrio de fuerzas de estos cargos innecesarios era una cierta garantía de que nuestros ahorros estaban seguros. Ahora vemos que no: conozco a más de uno que se está planteando seriamente llevárselos a otro banco en el que se imponga la lógica económica en vez de la del patio de colegio. Pero lo peor de todo es el daño que estas arbitrariedades hacen al sistema democrático. Guste o no, es evidente que en España se producirá una alternancia en el partido de gobierno y, para cuando el PP llegue a la Moncloa, todos los votantes tenemos derecho a esperar seriedad. Hasta ahora el mascarón de proa se supone que eran sus correligionarios valencianos. Con luces y sombras, como toda obra humana, parecían un partido: ahora me temo que se están deslizando peligrosamente hacia la república naranjera.
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